jueves, 5 de mayo de 2011

NADA SIGUE IGUAL DE BIEN.


Dedicado a Marta y Oscar, padres de Martín Goyer (14-7-76 - 22-4-2011)



Se levanto como todos los días, sin necesidad de despertador, a las 6 en punto.
Se sentó en la cama, apoyó parte del cuerpo en el respaldo, en una posición muy poco ortodoxa y bastante incomoda, busco a tientas el revolver que estaba sobre la mesa de luz y sin ningún preámbulo se descerrajó tres tiros en la cien derecha, si tres así seguiditos.
Salió de la cama, las sábanas estaban mojadas de sangre fresca que había caído encima de la otra ya seca, ennegrecida y mal oliente, mientras avanzaba por el pasillo hacia la cocina, unas gotas gordas de liquido rojo brillante caían sobre los mosaicos sucios y deslucidos, puso la pava sobre el fuego le agrego una buena cantidad de cianuro al agua, preparó el mate y unas tostadas con pan lactal mufado a las que untó con una manteca rancia que sacó de una alacena por donde las moscas y hormigas campaban a sus anchas.
Puso todo en una bandeja de mimbre y lo llevó hasta la habitación donde su marido todavía dormía, tan pero tan profundo, que ni siquiera lo habían despertado los tiros. Lo sacudió con ternura al tiempo que le alcanzaba un matecito espumoso y calentito, él reacciono instantáneamente, necesita sentirse muerto antes de advertir el nuevo día, la tostada le supo a gloria y el mate un elixir, miró a su mujer agradecido y volvió a dormirse, esta vez sobre el otro lado de la cama, apoyando la cabeza sobre la sangre fresca y el brazo izquierdo sobre la seca y rancia.
Ella fue al baño, siempre se sorprendía al verse en el espejo, nada, ni una marca, las manchas de sangre tampoco se reflejaban, los ojos aunque secos y vacíos, no perdían la expresión y los movimientos involuntarios de los músculos y terminaciones nerviosas producían como una ilusión óptica , el reflejo devolvía a un ser vivo, increíble.
Cuando por fin salió a la calle, se asombró al comprobar que nada o prácticamente nada había cambiado, las calles seguían ahí, los coches, colectivos, camiones, taxis, alguien pasaba con bolsas, muchos corrían, otros se peleaban a los gritos, lo mismo que pasaba con el espejo, pasaba en la calle, con la gente, nadie notaba los orificios en la cien, que ya eran , eran, a tres por día, y habían pasado? Cuantos? 10, 15 , días? Años?. Que importa, eran muchos y nadie los veía que raro no?. Al final no fue a ninguna parte, volvió a entrar, su marido se había levantado, llevaba la cama a cuestas y a cada paso arrastraba con el aparatoso respaldo todo (o el poco todo que quedaba en pie) , las sabanas ahora estaban además de manchadas de sangre seca y fresca, llenas de lamparones verdes, mezcla de baba, mate y cianuro.
Se oía sonar un teléfono, por momentos también sonaba el timbre de la calle, tímidamente primero, insistente y estridente después, hasta quedarse mudo, silencioso, muerto.
A veces se miraban, él, su marido, veía lo orificios de entrada y salida de las balas, también veía que su mujer tenía un solo ojo y un agujero enorme en la parte posterior de la cabeza, cuando ella se paraba frente a él, podía ver el cuadro que estaba en la pared de enfrente sin que ella se mueva, ella también veía las uñas y el pelo largo de él, la calavera que tenía en lugar de cara y las cuencas de sus ojos vacíos y secos. Pero por esas cosas de la muerte él no le decía nada a ella y ella por no herir susceptibilidades tampoco le decía nada a él, no era necesario lastimarse.
Ella fue a la cocina y preparo por enésima vez un carré de cerdo, sin carré y sin cerdo, para el domingo de Pascua, se lo había prometido a su hijo.
El escribió, sin lápiz y sin papel, una lista de cosas para la picadita, habían quedado en ver el partido de River juntos, tenían que romper la racha.
Al rato, no se sabe cuanto rato, se acostaron, se durmieron abrazados, en realidad se abrazaron después de dormirse.

Ella se despertó, se levantó como todos los día a las 6 en punto, buscó a tientas el revolver y se pegó tres tiros. Después preparó el mate con cianuro, despertó a su marido y desayunaron juntos, otra vez, una vez más, como todos los días desde que no tenían más vida, si se hubiese animado,ella, habria dicho en voz alta, estas palabras que daban vueltas por su destrozada cabeza..........”No dejes que ninguna palabra de amor muera en tu boca, antes de llegar a los oídos destinados, ahorrate los reproches, las diferencias de criterio, las comparaciones odiosas, los reclamos tendenciosos, nunca pienses que es mucho lo que le das a un hijo, o que el no te lo devuelve de la forma que vos querrías, no pienses que no te quiere solo porque no te lo dice, si diste sin esperar nada a cambio, si estuviste ahí cuando te necesitó, si pudiste leer en su corazón, si lo dejaste ser y no lo juzgaste, seguro que te quiere mucho aunque no te lo diga, eso sí vos no te prives de decircelo todas las veces que puedas, no pierdas la oportunidad de contarle lo importante que es ,que el, ellos, exista-n, repetile que no diga nunca en tu presencia que se quiere morir, o que la vida no tiene sentido, no lo dejes quejarse todo el tiempo de su suerte, decile cuantas veces sea necesario, que vos sos solo porque el-ellos son y que nada tendría sentido si el orden natural de la vida se alterase.”

Y YO DIGO.......

Decile cuantas veces sea necesario, que todos lo padres que amamos a nuestros hijos tal cual son, que vivimos para y por ellos, solo seriamos sombras humanas si dejamos de oír sus voces, su respiración , sus pasos al llegar o al irse, que todos podemos ser estos padres de mi relato y pasar a morir en vida, cuando, como ella dice, el orden natural se quiebra y nos deja tirados en medio de un montón de nada.”