miércoles, 11 de abril de 2018

PEQUEÑOS GOLPES DE SUERTE



Escribe: Kety Mangione
post: K.M. 11/04/2018



Había escuchado a sus compañeros parlotear en el recreo, en el medio de susurros y carcajadas impertinentes, con esa potencia desenfrenada que solo se puede congregar en un patio de añosas baldosas y paredes siempre descacaradas. Cuando llego a su casa aquella tarde quejumbrosa de fines de marzo, donde la meteorología es caótica y  traiciona con oleadas de piel de gallina y copioso sudor, decidió poner en marcha su despertar sexual.
Sacó del congelador un gran trozo de carne, no era hígado, pero serviría igual. Estaba envasado al  vacío, su madre era una maniática y todo estaba clasificado de tal modo, que en lugar de un congelador parecía un depósito del INCUCAI ,  ya vería la forma de justificar la falta de esta pieza.
El cuchillo elegido, un tramontina nuevo, con el mango de madera todavía acerado y brillante se escabulló de sus manos cuando intentaba abrir el plástico, adherido como una segunda piel.

Y así fue que perdió el ojo derecho a los once años,  su deseo,  y  la curiosidad por  masturbarse.

Años después, se adentró en el  mundillo de las drogas livianas con una pandilla del barrio que solo lo tenía en cuenta porque el aportaba el dinero para comprar los porros.

 Perdió el dedo meñique, cuando una bolsita de hierba se quedo atascada en un viejo escritorio con pequeñas puertas levadizas que al cerrarse de golpe ejercían de guillotinas.

Y así fue que dejó las drogas con 17 años y su deseo de incursionar en cualquier otro vicio.

Como no era popular con las mujeres, sin un ojo y sin un dedo, la cosa se complicaba, tomo la decisión de fortalecer  y muscular su cuerpo.
Una pesa cayó sobre su pié izquierdo y le fracturó el talón en mil pedazos. Después de la operación y la rehabilitación, quedo rengo
.
Y así fue como a los 19 años dejo de practicar cualquier tipo de deporte.

Como tenía mucho tiempo libre, le faltaba un ojo,  un dedo, estaba rengo y no tenía ninguna posibilidad con las mujeres, dedico su vida a estudiar y se convirtió en una bestia de la tecnología y en un experto economista.
Pronto ascendió en la esfera social, siendo las empresas más importantes del país las que lo convocaban como asesor y los países de todo el mundo lo requerían para dar conferencias en Congresos multitudinarios.
Ahora sí era blanco de la mirada de las mujeres.

Se casó, tuvo dos hijos, una casa grandiosa en las afueras.
Su mujer que no lo amaba, despilfarraba dinero a manos llenas y ostentaba patéticamente un estatus del que carecía por derecho, insípida y lastimosa, se contentaba con dinero para completar una vida herrumbrosa y en decadencia.
Sus hijos, entes abstractos que desconocían cualquier forma de vida que no fuese el capricho y la comodidad, adolescentes vacios y lastimosos, no expresaban ningún sentimiento noble para con su padre, lo consideraban un hombrecito oscuro e impresentable, con demasiados defectos físicos y lo trataban con distancia y desapego.

Un lunes de fines de Marzo lo convocaron para dar una conferencia, había varios oradores, todos muy interesados en conocerlo, ya que su fama y prestigio habían trascendido todas las fronteras. Cuando se dirigía hacia allí, al salir del estacionamiento vio como un trozo de mampostería se le venía encima, trato de pararla con la mano derecha, perdió el equilibrio y dos dedos

Al mismo tiempo una de las oradoras se preparaba para ir a la conferencia, una mujer de una belleza hiriente , angelada como una puesta de sol, tan avasallante que desordenaba las ideas y provocaba sensaciones caóticas, incertidumbre y contradicción en quién posara sus ojos en ella, sin embargo era ciega, a los once años había confundido el formol por colirio, a los catorce se había quedado dormida con un cigarrillo encendido y se había quemado un brazo y parte del hombro y hoy mientras pasaba por la puerta de un  estacionamiento,  un hombre con una mano ensangrentada cayó sobre ella dejándola inconsciente.
Fueron llevados juntos en la misma ambulancia.

Mientras esperaban a ser atendidos, se enamoraron locamente, el de la belleza de su rostro, del perfume  de  atardecer que emanaba de su cuerpo, de su sonrisa desordenada y sus dientes blancos y desparejos.
Ella de su inteligencia, su sentido del humor, su forma de entretenerla , de hablarle sin tener en cuenta su ceguera, sin describir.
Se fueron juntos, se amaron siempre, se lamieron las heridas, cogieron como conejos, fumaron hasta el delirio y salieron a correr todas las tardes.