sábado, 29 de agosto de 2020

 

AL RAS DEL CIELO.


Escribe Kety Mangione

Post. km. 29/08/2020

Se convenció de que resistir, insistir, accionar, demostrar, estar, era una forma de amar. Se asignó la tarea de sostener, de que por muy profundo que fuera el pozo, había que salir, sin aire, sin fuerzas, pero salir y hacer de cuenta como si nada, para que la nada se convirtiera en algo para hacer.

Se  fue rompiendo, y en cada caída fue perdiendo piezas, de un rompecabezas imposible, que ella misma se desafió a armar.

Obstinada y mentirosa, lo armaba a su manera y aunque no quería ser  consciente de la pieza que faltaba, muchas noches la buscaba, precisamente donde no la iba a encontrar.

La buscó en charcos embarrados, cuando moría de sed, en esquinas desoladas, en páramos decrépitos y a veces, cuando los planetas se alineaban en aguas cristalinas. La buscó afuera porque había más luz, aún sabiendo que no estaba.

Sabia que igual si la encontraba, era solo la mitad. La otra la tenía él.

Y se compró una goma gigante para borrar la memoria, y lo anuló en cada recuerdo, con besos prestados, con una vida a medias, que se ajustaba a su talle, y se dijo que eso era amor, y en cada abandono maltrecho y jodido, se dijo que era amor bien vivido. Lo metió en una caja con 7 candados, y alimentó sus recuerdos, armados de retazos.  Porque las historias que se cuentan implantan recuerdos, pero las que se callan, quedan ahí, intactas pendiendo  de un hilo. Y hasta hizo desaparecer su póstumo encuentro.

Él volvía siempre, en momentos cumbres de esos que elevan hasta todos los cielos, volvía cada vez que sentía que el corazón no iba a soportar más.

Lo llevo con ella toda su vida. Ahora sabe que fué su mejor versión con él, ella que todo lo emparchaba, que todo lo guardaba, que nunca pudo vencer esa furia de haberlo perdido. Ella sabe que diciéndole adiós, cometió el crimen más perfecto de todos los crímenes que le cometerían después.

Tan aferrada, tan presencia, tan celosa y vulnerable. Lo dejó ir porque era el mejor amor, porque su risa la curaba, porque sus manos la sanaban. Y volvió una y mil veces al momento de la despedida, a ese abrazo trémulo, a esos corazones latiendo al unisono, en una danza interminable de palabras inconexas y almas devastadas.

Pero nunca dejo de llevar la mitad de la pieza de ese rompecabezas, la rescato de naufragios, incendios y mudanzas. Lo guardo como un tesoro.

Volvió a decirle adiós en cada tentación de buscarlo.

Se mordió la lengua mil veces, cuando iba a nombrarlo y fue acomodando su recuerdo hasta que fue parte de su piel.

Y de repente,él apareció en el medio del bosque, preguntando si ella era ella, besándola tras el cristal,  la despertó de cuarenta y tantos años, de cuerpo y corazón adormecidos. Todavía mareada y entumecida, vio a través del as de luz , la pieza perdida.

Ella que había enterrado a la princesa, se dió cuenta que no fue suficiente la tierra que la cubría, y que no le importaba lo que pasase mañana, porque ahora, cada madrugada, cuando todo esta en calma, lo espera , y aunque sospecha de todo y no tiene ninguna certeza,  desarma el rompecabezas de día, esperando el alba...y que pase lo que tanga que pasar.