viernes, 25 de diciembre de 2020

DOS SIGLOS DE AMOR

Quizás ella sea la última loca, que atravesó dos siglos febriles

y furiosos, implacables, con un vendaval de aventuras, que no

la dejaron nunca, sacar el corazón de la boca.

Quizás sea la última, que imprime fotos, llama por teléfono y

envía postales escritas de puño y letra.

Quizás sea la última de su especie, que no escatime en pasión,

en coraje temerario, en acometer salvaje con el poder y la injusticia,

que arremeta anestesiada en busca de cada pared donde estrellarse

despierta. Quizás sea la última de una generación, que no se rinde,

que las pelea todas, que busca una solución, y si no la inventa.

Que se queda despierta, ilusiones velando, que no le

cuenta a nadie y se disipan con el sol volando.

Quizás ella es indomable, incorregible, inentendible, andando

caminos sin ninguna certeza, mirando a lo ojos, bramando de ira.

Quizás sea la última adulta, que disimuló vivir siempre como una

niña rara, en acción permanente, y con fulgor en la mirada.

La última y la primera, que no conoció límites a la hora de amar,

esa que no aceptó nunca lo preconcebido. La inmoral, si la moral es

lo que dicen que es, y todos dan por sabido.

Quizás no sea normal, andar como anda ella, por el mundo con un

amor a cuestas y la ropa empapada, y aún así no puede ni sacarse,

la ropa, ni a ese amor de encima.

Ella quiere y quiso aflojar la cuerda, al final del ring, pedir la toalla

y no volver a insistir, en reconstruir las ruinas de un recuerdo que no

dejaba de latir y que hubiese sido una digna salida.

Pero no la encontró, no hubo mitades para juntar, solo almas antagónicas,

que al volver a reunirse, derrumbaron las moles de cemento, tan

precarias construidas. Entonces a ella, el alma dormida se le despierta

sorprendida y la mochila se despoja de piedritas escondidas,

de cartas escritas, inertes, raídas, de palabras no

dichas, de salas de espera en oscuros pasillos, plagados de monstruos

patéticos y muertos de frio. Quizás sea ella la última, que elija dos

días en dos siglos, a toda una vida, y quiera perderse en medio de

la nada, para dormir junto a él y verlo despertar por la mañana.

Es poco para dos siglos de amor y a su vez, una inmensidad,

que intenta suscribir con sangre, antes de aceptar un no emputecido.

Quizás así pueda ganarle al destino, tan ensañado, tan ponzoñoso

y tan empeñado en no dejarla elegir, ni permitirle el olvido.


martes, 22 de diciembre de 2020

SIN BALAS NO HAY PARAISO

 

Herir porque sí, sin más intención que lastimar, lo ya roto

y raído. Poner en palabras todo aquello que no se

puede poner en intenciones. Buscar el lado flaco hasta

el mismísimo hueso, de aquellas confesiones dichas al

oído, con las piernas enlazadas, en noches que silenciaban

el olvido. Matar al otro con balas de fogueo, solo para

observar como salta de miedo, de pánico, esquivando el

impacto. Hurgar bien adentro de todo aquello que hemos

amado demencialmente, porque sí, para hallar el modo

de quitarlo de adentro.

Cargar la escopeta cuando ya no quedan municiones,

apostando a más, más y más precisión para dar en el

blanco.  Quedarse mirando como cae derrotado y

rematarlo en el suelo, sin contar hasta diez.

Sacar de la manga el último anzuelo y lanzarlo preciso

al medio del pecho, aumentar la práctica, para no fallar,

en el próximo intento. Soltar la granada, justo en el

medio de la trinchera improvisada, con mano firme

agudizando la mirada, Son cosas que se nos dan bien,

hacer el mal, mirando muy bien a quién.

Porque ese quién, nos modifico la vida, porque nos

expuso al enemigo, ese que vive en el espejo. Y nos

debilito en nuestra coraza de hierro forjado, a fuerza

de alimentar ilusiones, esas que teníamos bajo candado.

Entonces ya no queremos esa tierra florecida, ni ese

río manso, ni la sombra reparadora del árbol 

que bajo el sol rasante, nos dio cobijo. Queremos matar

a ese quién, con palabras demoledoras, sarcásticas,

malignas, queremos aniquilarlo, pero despacio, que

sienta el dolor, que henos sentido al ser invadidos,

con tantos cuentos chinos, de alevosas caricias, que

hasta cosían agujeros rancios y podridos. Y no nos

basta, no queremos que huyan..

NO!! que se queden ahí, que sufran lo que hemos

sufrido, por sacarnos del cálido nido, mover el árbol,

quitarnos el sueño, echarnos del paraíso infernal,

y dejarnos  en pecado concebido.

jueves, 17 de diciembre de 2020

LAVIDA LAVIDA

 

Son tiempos raros, tiempos de campanadas que no suenan

y aún mudas, llevan ecos lastimeros, arrastrados por el viento.

Recuerdos de un futuro que se nos antoja augurar siempre

venturoso, como estrellas fugaces de profundos mares.

Son tiempos de replanteos absurdos, de rasgar las vestiduras

por lo perdido y anular la evidencia.

El fin de fiesta que no aceptamos, porque lo impostamos,

encendiendo luces, nos convencemos de encontrar

la llave extraviada, para así espantar los rastros de la puta

costumbre. Nos negamos a aceptar, que siempre faltó

alguien en esa mesa occidental, (porque en otras latitudes

siempre faltó ,no solo la mesa, si no la comida)

Y hasta que esa falta fue elección bien sabida.

En un mundo raro, que nos dio de canto en los dientes y

nos gritó que nada es urgente.

Se nos rio en la cara, por lo que tanto habíamos deseado,

un tiempo dorado, sin alarmas ni agendas y no supimos

que hacer y se nos congelo el alma.

La cruda realidad de la muerte sin espectáculo y la vida

detenida en un receptáculo, nos dejó huérfanos de demostraciones

paganas e inútiles.

No aprendimos nada de este impase, ni de la vacuidad de nuestra

existencia.

Los viejos rehuyendo de los niños, para preservarse de una muerte

que los espera a la vuelta de la esquina, se quedaron solos en pos

de unas gotas de aliento y latidos, o los  dejamos a su suerte con

el corazón partido. Los adultos mareados y golpeados en su reconocerse

vencidos, después de tanta lucha para ganar lo perdido, se volvieron

espías dolosos de vidas ajenas, pensando que si las campanas suenan

Sancho, será señal que cabalgamos, subiéndose a un caballo que

galopa lento, porque él si quiere huir  hacia adentro.

Incapaces de correr el eje, andamos deambulando entre soltar

y saltar, sin atrevernos ni a uno ni a otro, sin admitirnos mentirosos y

abstemios de recibir caudales desbordados de amor encapsulado.

Queremos que la Navidad relamida, nos traiga consigo en el brindis

familiar, lleno de secretos entumecidos, una oportunidad de

aliviar el olvido. Lo hacemos por los niños, decimos! claro!

y por los que ya no están y por todo lo que ha desaparecido.

Va siendo hora que celebremos nuestro nacimiento, que celebremos

la vida de los que hemos quedado en pie,  en medio de una guerra

absurda de biblias y castigos, rezando a un Dios que si existe

esta dormido. Ningún mesías podrá salvarnos en nuestra necia

tozudez de creernos eternos. Somos terrenales y todos

moriremos hoy o mañana. Levantemos entonces nuestras copas

sin pretenciosas ambiciones, pensando que no es hoy el día de

nuestra partida, así puede que vivamos de una vez, esta puta

maravillosa vida, llena de llegadas y despedidas. Como un

aeropuerto que nos ve pasar sin miedo de andar con alas o

un puerto que nos espera con ese barco de velas desplegadas, para

mostrarnos que el horizonte esta en nuestra mirada.

Hagamos el bien, bailemos sin motivos, amemos sin limite.

Celebremos cada día una Navidad de vida.

martes, 15 de diciembre de 2020

QUE ME VAN A HABLAR DE AMOR.

 

Cuando la tormenta pase. Cuando las piedras dejen

de arder en los ojos.

Cuando la lluvia deje de caer implacable sobre mis

huesos, empezaré a llevarte conmigo a todas partes.

No te buscaré en esta casa que hoy me ahoga y me

azota como un castigo.

Solo entonces empezaré a transitar la gloria de haberte

tenido.

Alguien fue muy cruel, tanto como para abandonarte,

para dejarte a la intemperie, librado a tu destino.

Quizás fue la misma noche que creí no poder más,

esa en que los fantasmas y la soledad me abrazaban

como heladas llamas, ya se perfilaba que éramos

el uno para el otro, vos el único en soportar mis

noches intensas, consolándome en la pérdidas

irreparables, esperándome todos los días como si

fuese el primero, siempre dispuesto, siempre

agradecido, tu extrañarme tan desmedido, a solo

un minuto de haber de tu vista desaparecido.

Abrir la puerta siempre fue una fiesta, tan exagerada

y desmedida.

Lo hiciste todo por mí, yo no te salve de nada, vos

viniste a salvarme de dolor y olvido.

Te acordás hace nada, esa noche, que recuperé mi

alma y mi cuerpo, entendiste todo y bailaste conmigo.

Muy poco hice yo, me lo diste todo servido.

Hasta tu último aliento, me dejaste acunarte, con

un reguero de velitas encendidas y en cada caricia

que seguro te debía, abrías los ojos volviendo a la

vida. Me dejaste despedirme de cada amor extinguido.

Me miraste a los ojos, cada instante, en que te sentía

ya ido.

Te pedí por favor, te dije no estoy lista para tu partida.

Aguantaste cada envestida y suspiraste una y otra vez,

un tranquila, acá estoy todavía.

Es increíble, como la crueldad de los miserables, puede

transformarse en amor incondicional de los corazones

rotos. Me mostraste el camino de la generosidad y que

no hacen falta palabras para decir lo que se siente.

Y no, no te asusto mi amor, ni mi honestidad brutal,

te quedaste valiente y estoico. Te fuiste como viniste,

rodeado por mis brazos desvalidos y mis lagrimas,

presas de tu agonía.

No quiero decirte adiós que va! Hay quién dice por ahí

que mi perro ha muerto, que locura llamarte perro, querido

mio! Que ilusos por favor, solo te fuiste a descansar.

Vos y yo nunca sabremos de olvidos.

No tengas dudas, no tengas miedo, ahí donde vaya te

llevaré conmigo.


lunes, 14 de diciembre de 2020

AMAR COMO LOS PERROS

 

Dice Kafka que todo lo que amamos, estamos

destinados a perderlo, pero que siempre volverá

transformado. Frase tan bella que parece imposible

agregar nada, ni a favor ni en contra.

Pero conformista y limitada, si se me permite

cuestionar al grandísimo Kafka.

Todo lo que amamos sin poseer, nos transforma,

porque nada tenemos que perder. Nada es nuestro

ni tan siquiera la vida.

Poseer no es amar y amar nunca es perder.

Solo sí lo manipulamos, si lo empujamos hasta

ajustarlo al tamaño de nuestro límite.

Cuando amamos no lloramos nuestra pena por

la herida, lloramos lo que ya no podemos poseer.

Nos mordemos los labios con todo lo que callamos,

cuando era de soltarlo, de dárselo al otro, aunque

no lo devuelva, dejárselo ahí como una ofrenda, y

entonces nunca será pérdida, se habrá agigantado,

transformado hasta dimensiones que lo amado sea

bien ganado. Abrir las manos y dejar que el agua

se escurra besando las palmas agrietadas, arrugadas

de tanto dar, dejar ir y esperar venir, transforma

el agua pero no las manos, todo lo dado se queda

allí, todo lo amado queda flotando, cae descalzo

pisando el barro, vuela despacio hacia un abismo

alado y ya no es nuestro, porque cuando estuvo

fue devorado.



viernes, 11 de diciembre de 2020

TESTAMENTO

 

Por si se le ocurre venir por mí, que no creo que se anime,

dejo esto por acá . (ideal 2050+- sería para abrirlo)

A mis hijos, los libros, las fotos, unos discos de pasta, las

banderas, el amor a la patria. La fuerza, la esperanza y

la voluntad ya se las trasmití en sangre. Mi corazón ya lo tienen.

Y un conjuro. “que sus hijos, cuando les pase algo terrible o

grandioso, lo primero que piensen sea “ esto se lo tengo que

contar a mi papá.”

A mis nietos, les dejo en una caja de seguridad, mi mirada

enamorada cuando nacieron, todos los besos que me dieron

uno a uno. Mis convicciones férreas y la fuerza para luchar

por lo que quieran siempre. Todo lo que paso en casa de

Labu y allí quedo, secretos de nosotros cinco.

A mi hermana, le dejo mi memoria y mis alas, ella sabrá

más que nadie como usarlas.

A mis sobrinos y ahijados, un documento firmado y sellado,

con mi compromiso, de que cuando algo no vaya bien, me

invoquen, la clave será “tírame un cable” y ahí estaré

póngale la firma!

A mis nueras, un baúl de cristal con un abrazo agradecido

y unos consejos póstumos y bien habidos.

A mis amigos, cada momento compartido, cada risa, cada

llanto, confesiones de invierno y gratitud eterna.

A ellas, mi dos  almas hermanas.

Les dejo mis manos, que tanto han dado, esas que

entrelazamos, esas que siempre estarán ahí, para que

se aferren a ellas y no se dejen caer.

A vos amor de mi vida, te dejo el coraje, ese que alguna

vez nos faltó, para que cuando me haya ido, puedas

gritarle al mundo, con nombre y apellido, lo tanto y

tanto que nos hemos querido.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

OLVIDO.

 

Naufragar en un mundo de fantasmas

vagar con el alma atormentada, con las

venas rotas en medio de una tormenta de arena.

Abrir los ojos y sentir vidrio molido

en las pupilas, amordazar el grito contenido,

hacerlo eco despavorido, rasgarse los labios

secos y callados, beberse las lágrimas a cada

bocado, sentir una roca en el pecho, que se

deshace a girones, lacerando faringe, pulmones

hasta el mismísimo vientre.

Respirar profundo hasta parar los latidos, beber

el silencio que se derrumba en ladridos.

Buscar en el alma los ecos dormidos, de un

amor que lastima, sana y castiga.

Romperse en minúsculas partículas de abandono,

podrido, despiadado.

Invocar al destino, hincarse de rodillas, clavarse

puñales, agrandar la herida, todo vale, nada

importa, que el alma se encoja y se haga

invisible.

Caer al vacío, lanzarse a la nada, con solo

la piel vestido, inerte y desangrado, todo

y mas lo entrega un corazón, por no ser olvidado.

jueves, 3 de diciembre de 2020

MANCHA VENENOSA.

 

¿ Cuando fue que dejamos de ser niños, cuando perdimos el asombro, cuando

nos olvidamos de pelearnos para siempre, corto mano, corto fierro y seguir  

jugando justo un minuto antes de ir al infierno.

Cuando nos volvimos tan lelos, tan idiotas,  linéales y literales, con y sin comillas.

Cuando dejamos de pedir deseos, mientras intentábamos no pisar las juntas entre

baldosa y baldosa, que si la piso no llama, que si la salto me ama.

De hacer poncio Pilato, para que no pase la farolera mientras la cola te ato.

Cuando el primer minuto que perdimos la inocencia y nos creímos sabios.

Como hicimos desaparecer los árboles, del que no se escondió se embroma, punto y coma.

Cuando no quisimos salvar a todos nuestros compañeros y quedarnos escondidos.

Cuando la lluvia dejo de ser el recreo para chapotear en el barro a riesgo de morir en

manos de nuestras madres cabronas, blasfemando  en llamas.

Cuando dejamos de cubrirnos la cara para que no llegue el cachetazo y callamos ese

temerario, no me duele, no duele,  envalentonado.

Cuando empezamos a ignorar a los tréboles de cuatro hojas y los bichitos de luz, prendé

tu luz o si no te mato.

Por que guardamos el corazón desbocado de ese amor de los siete años, en el patio del colegio,

y le pusimos pausa a la adrenalina del ridículo.

Como fue que no marcamos más con cruces en el calendario, nuestro cumpleaños.

Donde fueron a parar las mariposas que nos devoraban la panza y la sensación de vértigo

de ese primer beso.

Cuando y como fue que se nos hizo costumbre ser grandes.

Cuando y por que dejamos de fantasear con volar, con saltar y nos volvimos adultos maltrechos

abstemios de toda esperanza.

Donde se pueden buscar, las migas de pan que marcaban el camino de regreso.

Cuando entregamos todos nuestros tesoros a cambio de nada en vez de defenderlos como el

zorro a capa y espada.

Donde y cuando nos dijimos adiós, para toda la vida y nos quedamos en esta orfandad mezquina,

tan falta de luz, tan malparida.?