lunes, 14 de diciembre de 2020

AMAR COMO LOS PERROS

 

Dice Kafka que todo lo que amamos, estamos

destinados a perderlo, pero que siempre volverá

transformado. Frase tan bella que parece imposible

agregar nada, ni a favor ni en contra.

Pero conformista y limitada, si se me permite

cuestionar al grandísimo Kafka.

Todo lo que amamos sin poseer, nos transforma,

porque nada tenemos que perder. Nada es nuestro

ni tan siquiera la vida.

Poseer no es amar y amar nunca es perder.

Solo sí lo manipulamos, si lo empujamos hasta

ajustarlo al tamaño de nuestro límite.

Cuando amamos no lloramos nuestra pena por

la herida, lloramos lo que ya no podemos poseer.

Nos mordemos los labios con todo lo que callamos,

cuando era de soltarlo, de dárselo al otro, aunque

no lo devuelva, dejárselo ahí como una ofrenda, y

entonces nunca será pérdida, se habrá agigantado,

transformado hasta dimensiones que lo amado sea

bien ganado. Abrir las manos y dejar que el agua

se escurra besando las palmas agrietadas, arrugadas

de tanto dar, dejar ir y esperar venir, transforma

el agua pero no las manos, todo lo dado se queda

allí, todo lo amado queda flotando, cae descalzo

pisando el barro, vuela despacio hacia un abismo

alado y ya no es nuestro, porque cuando estuvo

fue devorado.



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