sábado, 22 de mayo de 2021

SALVATAJE.

 

Como encontrar pedacitos de sol, entre tanta muerte, tanto pavor y culpas,

con la disyuntiva eterna de hallar el antídoto, mientras fabricamos bombas

exterminadoras de almas perdidas.

Como refugiarse en el caos del engaño y la desventura despiadada que convierte

en hielo seco la hierba mojada, cuando todo es tan simple, que de abstemia

felicidad nos pinta la cara, que solo de vivir se trata, antes que las cuerdas que

siempre están ahí agazapadas, para ahogarnos el último aliento, decidan por uno

y marquen un tiempo asesinado a golpes de minutos descartados, de palabras

que mueren de viejas, antes de cortar el cordón, que nos ata a otras palabras

servidas en bandejas deslucidas, que masticamos y escupimos con estúpida

convicción, sin ninguna certeza contraída.

Como salir de los círculos concéntricos de miedos carcomidos, que atacan y

maltratan, que de tan reiterativos, creemos conocer, sin evitar siquiera hacerles  

una mueca esquiva, a ese éxito efímero, para el que creemos haber nacido.

Como huir de la única verdad universal, que es nuestro paso difuso, por un

camino de luces intermitentes a las que nos aferramos con uñas y dientes, que

mas tarde que temprano declinan sin haberse elevado, en el mar atrapados en

un frasco de cristal, envuelto para regalo.

Tenaz fuerza del ocaso, nos oprime y nos empuja a ganar una partida, perdida de

antemano, pero que vale la pena desafiar a golpes de saltar de la cornisa,

tendiendo una mano para que nos salven y la otra para salvar.




lunes, 17 de mayo de 2021

SABER DECIR ADIOS, ES CRECER.

 

Desmantelar, quizás sea la palabra más dura y lúcida, para expresar lo

que siente el alma, cuando llega ese instante maldito, de deshacer lo amado

habiendo pasado por el duelo lento de saber que llegaría el momento y que

no podemos oponer resistencia a un final anunciado, porque cuando adoramos

ese raído e impecable mantel, con olor a limpio, que cubrió nuestro ánimo

y lo colmo de pasión , de copas servidas de agua o de vino, de ecos

borrachos mareados de gozo, es lo último que queremos levantar, porque

lo previo es quitar todo lo que tiene encima, y cuando lo hacemos,     

se nos vuela una paloma herida que huye despavorida hacia los rincones,

donde todavía suenan hilos de canciones y se posa en esas tablas mágicas, 

 en las que las  manos de un padre trabajaron con devoción para darles vida.

Se escapan por las rendijas como un cálido aliento de leche materna, los

silencios rendidos ante el artista y el estallido impúdico de un aplauso cerrado,

que deja en el aire un aroma a sexo recién calentado. Entonces las piernas tiemblan

y los ojos se llenan de agua bendita. Lo último que nos queda es el mantel. Ese

donde se posaron las manos y chocaron miles de vasos marcados de huellas

imborrables, porque los espacios cobran vida, cuando todos respiramos al unísono

y son únicos y universales cuando se ven con la misma belleza a la luz del día,

que en las noches de luces tenues y vahos de humo, que no se rompen en prisma

cuando los focos se apagan, es lo que tienen los lugares angelados, no necesitan

disfraces.

Cuando desmantelamos un amor que nos hizo tanto bien, mutuo, intangible, generoso

no sabemos que hacer con ese mantel con tantos rastros de besos húmedos impregnados,

que fue nuestro centro visceral.

Solo nos queda atesorarlo y esperar que en algún lugar del mundo

lo volvamos a recuperar, y dar gracias por cada segundo de adrenalina, de euforia,

de plenitud estelar, de talento furioso y entrega sin límites.

Hasta siempre UNI amado, el mantel quedará intacto, para siempre bien guardado,

como se guarda en el pecho, todo lo que amamos.



sábado, 8 de mayo de 2021

LEYENDAS DE PASION.

 Adaptación del cuento Memoria selectiva, del libro Agua en Marte. Junio de 2010.

Hace rato que no me importa admitir que tengo la lágrima fácil, que me emociono por todo y por nada, que una publicidad me eriza la piel, que los aromas me transportan a días de felicidad inconsciente y el eco de la risa a los juegos en los patios vecinos y especialmente aquellos relacionados con el fútbol, ahí llueven los recuerdos, de cosas vividas o que de tanto escucharlas, contadas mil veces, las hice propias, domingos de cábalas repetidas, de festejos o amargas derrotas, mezcladas entre raíces y herencia.

Yo empiezo a tener conciencia real de la importancia del fútbol allá por el 65, en mi casa teníamos la única tele de la cuadra, y la poníamos frente a la ventana que daba a la calle para que todos los vecinos pudieran ver la final entre Inter e Independiente, la cosa no pintaba bien, porque mi viejo y sus paisanos hinchaban por el Inter, pero nuestros vecinos argentos obviamente querían que gane el Rojo. Ese día mi viejo hizo el ritual del afeitado (reservado para su boquita y ocasiones especiales) preparo la brocha y en  el tazón de porcelana color marfil la crema Williams, la maquinita con un gilette nuevita, y se afeito prolijamente, era su cábala. Unas horas después, Jose María Muñoz, afónico y desgañitado, repetía en un hilo de voz, desde el parlante de tela de la vieja radio, parapetada en la ventana del porche,"la copa se va, se va, porque el Inter se la lleva", mientras mi papá incólume se pasaba la mano por la cara lisa y brillante y  convidaba cerveza Palermo a los desolados vecinos, que aún derrotados y tristes, tenían un gesto amistoso para con los Tanos de la cuadra.

Después ya vienen los mundiales, en el 70 con mi viejo haciendo la cruz de sal, que no sirvió, porque los Brasileros ganaron y la sal se volatizo de un golpe por toda la cocina- El del 74 llegó en medio de una   Argentina convulsionada y abierta en dos, con Perón ya casi extinguido, diciendo su frase para la historia, desde el balcón de la rosada…Yo llevare grabada en mis oídos la más maravillosa música, que para mi es la palabra del pueblo Argentino, y Alemania finalmente se alzaría con el titulo. En el 78, año que marcó un antes y un después en todo, se desató una absurda algarabía, en medio del horror de los milicos, con una pelota manchada de sangre, de desidia y espanto, y el desahogo a tanda demencia colectiva vino en forma de gol, nos olvidamos por un rato del horror, saltamos porque no éramos holandeses, mientras en la Esma nacían los nietos de una abuelas que no se cansarían de buscarlos, y cientos  de locas  madres. con pañuelos blancos, daban vueltas a la plaza, para encontrar a sus hijos, que no estaban en el obelisco ni gritando los goles.

El 82 nos encontró todavía sin terminar de contar los desaparecidos de una dictadura asquerosa y bestial y otra vez volvíamos a sufrir la pérdida de miles de jóvenes en una guerra desigual y mesiánica, en ese entorno, nuestros jugadores salieron a la cancha en Barcelona, el día que se producía  la rendición de nuestros soldados en Malvinas, el mundial para nosotros termino ahí, no así las consecuencias de esa guerra, que arrastramos hasta nuestros días.

El 86, ese sí que lo tuvo todo, vivir en democracia, que el mejor de todos los tiempos se cargara el equipo al hombro y nos llevase vestidos de celeste y blanco a la cima del mundo. Todos los que hoy tenemos entre 40 y 100 años, sabemos donde y con quién vimos esos partidos , porque hay cosas que nos marcan para siempre, como latigazos, y la euforia colectiva es la madre de todas ellas, es muy difícil abstenerse del estasis que genera.

Lo que viene después, 90 casi al borde del infarto, 94 con la enfermera llevándose al 10 , que parecía tan trágico, pero la AMIA con sus 86 muertos nos demostró que las tragedias son otras. 98 y 2002 pasaron sin pena ni gloria, con una Francia y un Brasil nuevamente campeones. 2006 pintaba bien, tenía todas las fichas, pero al final solo los de raíces tanas tuvimos que festejar a la romana con tristeza y humildad. Y en 2010 se nos atragantó el grito de gol, y los que emigramos y vivimos como yo en España, pudimos comprobar que el fútbol puede unir y alzar a un pueblo y hacerlo sentir el rey de la tierra levantando una copa en Cibeles. 2014 nos llevo hasta el final, pero no estuvimos conformes, ni felices, ni agradecidos, si no divididos, tristes y vencidos, aún llegando hasta la instancia final, y 2018 nos encontró si se quiere, aún mas pobres de anímo, mas inconformistas y más divididos que nunca, usando de escudo a otro maldito argentino mejor del mundo, para canalizar nuestras propias frustraciones.  No se ustedes, pero yo estoy preparada para el 2022, estoy lista para sufrir durante 90 minutos y todos los que siguen entre partido y partido, para hacer cábalas, para cerrar los ojos en cada tiro libre, para hacer promesas en cada penal. Porque no es solo fútbol, es la bandera, es la patria que se muda ahí donde se juega, es la historia compartida, es el orgullo y es la pasión, porque sin pasión no hay nada, sin pasión somos solo una cáscara seca y vacía.