sábado, 8 de mayo de 2021

LEYENDAS DE PASION.

 Adaptación del cuento Memoria selectiva, del libro Agua en Marte. Junio de 2010.

Hace rato que no me importa admitir que tengo la lágrima fácil, que me emociono por todo y por nada, que una publicidad me eriza la piel, que los aromas me transportan a días de felicidad inconsciente y el eco de la risa a los juegos en los patios vecinos y especialmente aquellos relacionados con el fútbol, ahí llueven los recuerdos, de cosas vividas o que de tanto escucharlas, contadas mil veces, las hice propias, domingos de cábalas repetidas, de festejos o amargas derrotas, mezcladas entre raíces y herencia.

Yo empiezo a tener conciencia real de la importancia del fútbol allá por el 65, en mi casa teníamos la única tele de la cuadra, y la poníamos frente a la ventana que daba a la calle para que todos los vecinos pudieran ver la final entre Inter e Independiente, la cosa no pintaba bien, porque mi viejo y sus paisanos hinchaban por el Inter, pero nuestros vecinos argentos obviamente querían que gane el Rojo. Ese día mi viejo hizo el ritual del afeitado (reservado para su boquita y ocasiones especiales) preparo la brocha y en  el tazón de porcelana color marfil la crema Williams, la maquinita con un gilette nuevita, y se afeito prolijamente, era su cábala. Unas horas después, Jose María Muñoz, afónico y desgañitado, repetía en un hilo de voz, desde el parlante de tela de la vieja radio, parapetada en la ventana del porche,"la copa se va, se va, porque el Inter se la lleva", mientras mi papá incólume se pasaba la mano por la cara lisa y brillante y  convidaba cerveza Palermo a los desolados vecinos, que aún derrotados y tristes, tenían un gesto amistoso para con los Tanos de la cuadra.

Después ya vienen los mundiales, en el 70 con mi viejo haciendo la cruz de sal, que no sirvió, porque los Brasileros ganaron y la sal se volatizo de un golpe por toda la cocina- El del 74 llegó en medio de una   Argentina convulsionada y abierta en dos, con Perón ya casi extinguido, diciendo su frase para la historia, desde el balcón de la rosada…Yo llevare grabada en mis oídos la más maravillosa música, que para mi es la palabra del pueblo Argentino, y Alemania finalmente se alzaría con el titulo. En el 78, año que marcó un antes y un después en todo, se desató una absurda algarabía, en medio del horror de los milicos, con una pelota manchada de sangre, de desidia y espanto, y el desahogo a tanda demencia colectiva vino en forma de gol, nos olvidamos por un rato del horror, saltamos porque no éramos holandeses, mientras en la Esma nacían los nietos de una abuelas que no se cansarían de buscarlos, y cientos  de locas  madres. con pañuelos blancos, daban vueltas a la plaza, para encontrar a sus hijos, que no estaban en el obelisco ni gritando los goles.

El 82 nos encontró todavía sin terminar de contar los desaparecidos de una dictadura asquerosa y bestial y otra vez volvíamos a sufrir la pérdida de miles de jóvenes en una guerra desigual y mesiánica, en ese entorno, nuestros jugadores salieron a la cancha en Barcelona, el día que se producía  la rendición de nuestros soldados en Malvinas, el mundial para nosotros termino ahí, no así las consecuencias de esa guerra, que arrastramos hasta nuestros días.

El 86, ese sí que lo tuvo todo, vivir en democracia, que el mejor de todos los tiempos se cargara el equipo al hombro y nos llevase vestidos de celeste y blanco a la cima del mundo. Todos los que hoy tenemos entre 40 y 100 años, sabemos donde y con quién vimos esos partidos , porque hay cosas que nos marcan para siempre, como latigazos, y la euforia colectiva es la madre de todas ellas, es muy difícil abstenerse del estasis que genera.

Lo que viene después, 90 casi al borde del infarto, 94 con la enfermera llevándose al 10 , que parecía tan trágico, pero la AMIA con sus 86 muertos nos demostró que las tragedias son otras. 98 y 2002 pasaron sin pena ni gloria, con una Francia y un Brasil nuevamente campeones. 2006 pintaba bien, tenía todas las fichas, pero al final solo los de raíces tanas tuvimos que festejar a la romana con tristeza y humildad. Y en 2010 se nos atragantó el grito de gol, y los que emigramos y vivimos como yo en España, pudimos comprobar que el fútbol puede unir y alzar a un pueblo y hacerlo sentir el rey de la tierra levantando una copa en Cibeles. 2014 nos llevo hasta el final, pero no estuvimos conformes, ni felices, ni agradecidos, si no divididos, tristes y vencidos, aún llegando hasta la instancia final, y 2018 nos encontró si se quiere, aún mas pobres de anímo, mas inconformistas y más divididos que nunca, usando de escudo a otro maldito argentino mejor del mundo, para canalizar nuestras propias frustraciones.  No se ustedes, pero yo estoy preparada para el 2022, estoy lista para sufrir durante 90 minutos y todos los que siguen entre partido y partido, para hacer cábalas, para cerrar los ojos en cada tiro libre, para hacer promesas en cada penal. Porque no es solo fútbol, es la bandera, es la patria que se muda ahí donde se juega, es la historia compartida, es el orgullo y es la pasión, porque sin pasión no hay nada, sin pasión somos solo una cáscara seca y vacía.

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