miércoles, 10 de diciembre de 2014

PARA COMERTE MEJOR



Por Kety Mangione. 10/12/2014
post. por K:M: la última del 2012


Me acabo de comer un conito de dulce de leche , marca fantoche, que traje de Argentina, donde estuve hace unos días y que se había quedado todo aplastado y por eso no tuvo destinatario, con el frio que hace en estos días y considerando que la melanco se hace presente siempre después de un viaje a la patria, fue como comer cachitos de cielo. Mientras pasaba por mis papilas degustativas, se me venían a la cabeza imagenes  de momentos sumamente felices, todos ellos obviamente relacionados con la comida y pensaba que no es casual que hacer dieta ocasional o permanentemente traiga aparejado caras de culo, personas insatisfechas y quisquillosas, llenas de resentimiento y mal humor, porque automaticamente asocie cada momento feliz con su correspondiente comida y bebida claro. Chuparse los dedos, pegajosos de pollo al oreganato con unos tomatitos partidos al medio con aceite de oliva, sal y albahaca al costado de la ruta 2, con pan casero, con dos hijos chicos y un 128 naranja estacionado a 20 metros es como mínimo subir al cielo en una escalera transparente y bajar en un tobogán lleno de luces intermitentes- Comer medialunas en Atalaya a las 6 de la mañana con un chocolate espeso  o un café con leche te sirve para cargar pilas una semana entera y siempre con el deseo latente de que a la vuelta y a la hora que sea vas a volver a pasar y te vas a embocar otras 6 medialunas, aunque eso signifique una hora y media de retraso en el camino de regreso.
Comer en la Recoleta, en Parrilla Rosa, milanecitas de pesceto con puré de batatas, regado con dos jarras de clericó con tu mejor amiga y salir ziszaguenado por las calles empedradas cagandote de risa
hasta la descompostura, es de lo recuerdos que te quedan como un tatuaje, incluso los malos momentos culinarios, como  que te sirvan papas fritas con un chicle beldent masticado en un platito tipo picadita, mientras tu amiga te cuenta un dramón y vos no sabes si matar al mozo, vomitar o finalmente reírte, pensando que al final seguro eso es un buen augurio.
La comida, los sabores, los olores, tienen directa relación con el amor, con los afectos, con el sexo, con todos los sentidos en acción.  Creo que sólo los que hemos tenido que pasar por la horrible experiencia de no tener que llevarnos a la boca, somos capaces de disfrutar infinitamnete de los sabores y colores de la comida. Recuerdo que hubo un tiempo (con mis dos hijos chiquitos) donde no teníamos nada, y nada era nada, y mi viejo, que no sabía cuan grave era el problema pero lo intuía, nos traía sus cosechas de la quinta, zapallos enormes, algunos tomates , perejil y zapallitos largos, todo lo que era capaz de cargar y traer en colectivo, ni siquiera podía subir las escaleras el pobre viejo, y entonces yo aprendí sin que nadie me enseñara las 1500 formas de cocinar zapallo, hervido, al horno con perejil arriba y a veces con suerte unos pedacitos de queso fresco o de maquina, frito con orégano y albahaca y alguna forma más que no me acuerdo, y si bien terminamos por hartarnos, nos gustaba y lo disfrutabamos como un manjar único y exótico.
Más tarde vinieron tiempos mejores y recuerdo que cuando íbamos a comer a un restaurante mi hijo mayor miraba la lista y preguntaba ¿ puedo pedir postre?, uff todavía me emociono al recordarlo.
Como no disfrutar de la comida, de chuparte los dedos, de asociar momentos memorables al lado de la parrilla, o friendo milanesas hasta el hartazgo, o haciendo tostaditas fritas en aceite de oliva mezclado con sal y orégano. Como olvidar el pollo en escabeche de mi mamá o los ravioles de ricota amasados  con forma de Carteritas,  o las escachas sicilianas, (arrollados con masa de pizza rellenas de salsa de tomate fresca y albahaca) y con la masa que sobraba nos hacia PUPAS, muñequitas de masa, que con mi hermana engulliamos  con manteca y sal.
Los años de bonanza y viajes por el mundo no podrán nunca tapar esos recuerdos, el sabor de cada cosa, la textura, el momento, el lugar, es un todo, un combo de recuerdos felices.
Ahora, acá, con los mios, con mis nietos, revivo esas maravillosas experiencias con mi nieto, que suele deleitarse con los olores mediterraneos y tiene avidez por saber como se preparan los platos y su buen paladar hace que te sientas importante a la hora de servir un simple pero amoroso plato de comida, mientras el lo degusta y te dice Labu te has superado...!!!guaaaa!!! que maravilloso piropo, casi como el que me dedicaban mis hijos cada vez que preguntaban ¿que vamos a comer? y yo decía MIERDA!!! con poca cosa, pocos recursos y poco tiempo, había que hacer magia para servir una mesa, pero se lograba, y en 20 minutos, con un poquito de esto, otro poco de aquello y un poco de pan tostado, la mesa quedaba completa y los tres, siempre los tres, comíamos felices, hablando hasta por los codos, chupandonos los dedos y controlando de reojo si quedaba algo para repetir.