viernes, 23 de abril de 2021

Lisa, entre fantasmas

 

Las noches de luna llena cuando las luces de París se encendían

primero tímidas, después soberbias, el fantasma de la Gioconda

se paseaba por el Sena, orondo, majestuoso. Nadie podía advertirlo,

volando como un aire tibio, por los burdeles del barrio latino, con

la libertad que jamás había tenido, porque hasta su famoso nombre

había heredado de su marido.

Así lo había decidido, ser un fantasma perdido, sin que nadie la

mirase desde todos y cada ángulo, para ver donde su ojos se posaban

estrábicos y mágicos como un lucero encendido.

En esas noches de luna, desde a basílica blanca, podía oler los excesos

en el barrio de Montmartre, caliente, impertinente, con gente de toda

calaña, saliendo del Molin Rouge, mientras ella se elevaba en el escenario

vacío, al ritmo de sus piernas desnudas, siempre escondidas, siempre

perdidas, tras el óleo misterioso. Era entonces cuando  asomaban a su mente

ecos de poemas desconocidos de otros fantasmas que deambulan por el Lido,

como el de  Victor Hugo que de repente le recitaba al oído, y de niña la trataba,

diciéndole, - que si él fuera rey daría su reino por su mirada-, que gracia le causaba,

ya que en el Louvre podían hacerlo a diario, solo comprando una entrada, pero

él insistía y le decía, -los cielos, los mundos daría por un beso tuyo., y seguía

murmurando,  mientras ella se marchaba, con la estampa cansada, pero aún ávida

y sedienta, más aventuras buscaba.

Entonces las alas la llevaban hasta el Palacio de Versalles, donde los

ecos de Napoleón todavía resonaban, podía escuchar en

susurros, los restos de aquel poema que Victor Hugo de recitar no dejaba, 

 -porque niña hermosa no se abre la puerta? - 

Pero que osadía la de este hombre, seguir llamándola niña, cuando lo había sido

se preguntaba, antes o después de que Leonardo la retratara?, nunca lo había sabido. 

Como Marcel Proust se sentía, en busca del tiempo perdido.

París tan bella, tan encendida y ella eternamente, en un cuadro adormecida.

Bendita forma fantasmal, que por fin había adquirido, dejándola vagar

por las calles hacia el río, colgándose de la torre Eiffel, con Flaubert y

Henry Miller, con Sigmund Freud por testigo, que festín se haría con ella

un fantasma enfurecido, sin casa, ni hogar, ni sexo definido.

Sola en un lienzo eterno, con la mirada perdida, quería volar, quería cantar

y ser estrella por un día y ser la novia de Hemingway, para nadar juntos

hasta el puente de los suspiros y poner un candado con su nombre, Lisa,

a la vera del río.

PRESOS COMUNES

 

Nada tienen en común, ni gestos, ni maneras, ni cultos

ni religión.

Y sin embargo, ya no pueden vivir uno sin el otro.

Nada los une, ni material, ni legal, ni siquiera el lugar.

Y sin embargo, no conciben un día sin verse regresar.

Nada tienen para repartir, ni para separar y menos para juntar.

Y sin embargo, él es el único que le da los buenos días, al

despertar y el que descanses amor, cuando se va a acostar.

Nada de nada, ni la música, ni el humor, ni la ironía y menos

el doble sentido.

Y sin embargo, ella todo se lo cuenta y se lo vuelve a contar,

con ironía, con sarcasmo y negro humor, que a él tanto le llega

a molestar.

Nada ni la memoria, ni la osadía, ni la furia, ni la energía.

Y sin embargo si no sabe de él, sufre una lenta agonía.

Nada tienen que ver sus vidas, tan tradicional la una, tan tormentosa

la otra.

Y sin embargo ella no respira y se nubla y no existe, sin su aliento

a la distancia, sin la fuerza que él le da, para recobrar la esperanza.

Nada se deben, todo esta cristalino, ella sabe de sobra cuántas piedras

tiene el camino, el que les falta y el recorrido.

Y sin embargo solo piensan en el próximo momento, ese en que se

gritaran a la cara, todos sus desencuentros, que los empuja al abismo

que no evitan, porque no hay nada de nada, pero cuando están juntos

les crecen alas, y ramas y el alma les sale disparada, pierden el miedo,

pierden la cabeza, pierden el tiempo hablando pavadas.

Se matan y resucitan, se aciertan golpes certeros, se odian cada noche

cuando se separan, se perdonan y se consuelan con el sol de la mañana.

Nada tienen en común estas dos ánimas, solo un destino esquivo, que

insiste en ponerlos a prueba y ver hasta donde llegan con tanto viento

en contra y tanta marea alta.

Sin embargo, cada madrugada, avanzan un paso más, en la búsqueda

desesperada, de un te amo vida mía, que descanses, hasta mañana.




viernes, 16 de abril de 2021

LA BRUJA ENCANTADA

 

Según Sienna de 8 años, la brujas hacen brujerías, tienen siempre un

gato negro y muchos ratones, cocinan pócimas y lanzan hechizos, no 

siempre malos y muchas brujas parecen personas normales, sin verrugas en 

la nariz, ni extraños y negros bigotes, y dice que están siempre acechando  

en los bosques.

Por lo que ella dice, deduzco que las brujas no tienen buena imagen,

desde tiempos ancestrales han sido como dice Sienna, personas

anormales, feas, terribles, desgarbadas e insensibles.

Y así fueron inmortalizadas por la iglesia y por el cine, hasta nuestros

días, donde la bruja ya no está en el bosque y puede ser una vecina, la

que pincha las pelotas y las devuelve desinfladas y rotas, a los niños

inocentes que solo rompen por día, un par de ventanales..

Puede ser el ama de casa, que recibe a su marido, entre vapores de

comida, mientras barre con su escoba el piso la cocina.

También la amante, que con embrujos maléficos le quita a la señora su

diamante, ese que no se dio cuenta que había perdido, por su distracción

constante.

Las que no tienen gatos negros, ni ratones, ni verrugas, son brujas camufladas,

envidiosas y dañinas, que muestran una realidad que tenemos escondida.

Están las que curan con palabras, que  sacan de la manga, y si sanamos

les damos existencia, si no, les perdemos la paciencia.

Las brujas son hadas disfrazadas, que vuelan en escoba, porque no tienen

alas. No nacen brujas, no nacen malas, es solo que la vida, no les ha evitado

múltiples estocadas y por eso están siempre despeinadas.

No tienen buena prensa, no pueden mostrarse tal cual son, porque de antemano,

le asignan un papel en la función.

Cuando el telón se levanta, la bella y doliente princesa, muerde la manzana

envenenada, y oh por favor!!  decimos, que bruja tan malvada.

El dilema es que nadie percibe , que la bruja que para eso fue mandada, por 

la reina inmaculada, jamás de los jamases con un beso de amor será salvada.




domingo, 11 de abril de 2021

AMANTES DEL AJEDREZ

 

El rey sabe que tiene poder, y puede hacer lo que quiera, moverse

desplazarse en todos las direcciones, sea negro o blanco, en todas

a menos que quede en jaque, la dama o reina en cambio, puede moverse

en los dos sentidos, el tablero se convierte en un lecho, o lo que sea

que haga las veces de él, ya sea el suelo llano, o la arena del mar, el

juego de ajedrez empieza. Los amantes que se conocen, que se

desean, que saben como mover las piezas con maestría, ahora peones,

más tarde alfiles, están defendiendo la barrera, saboreando el próximo

movimiento y saltando como el caballo, que galopa desbocado y avanza

hacia el cuerpo contrario, desafiante, haciendo malabares de L transitada,

mientras los dedos como expertos peones, se posan siempre hacia adelante

disparados y dispuestos a parar la torre, que como una boca húmeda se dispara

en octogonal y el alfil como un pie rebelde emprende la diagonal de cada

centímetro de carne erizada, que sensitiva y tibia, busca la pieza mágica.

Bailan en el tablero, se deslizan sobre la tabla de seda, se conocen, compiten

se desafían y se miran en busca del próximo movimiento, se concentran,

conspiran, cada uno en su jugada, el jaque mate esta cerca, pero lo demoran

se agotan, se asfixian, todavía no, todavía el juego no termina, se vuelven

a incendiar con la mirada, acarician la próxima pieza, la rosan, la mueven

pero la dejan ahí quieta, un poco más, ejecutan, pero dan otra oportunidad,

ya casi no quedan peones, la torre se derrumbó, el caballo saltó demasiado y 

quedó excluido, cansado y el alfil dio un paso al costado, usando la intuición

fue resbalando hacia el otro lado. La dama usa sus dos sentidos, se esconde un

as en la mano, para clavarlo victorioso, el rey ya casi caído, se guarda su

orgullo, perdiendo gana, piensa, tablas no estaría nada mal y se da por vencido.


lunes, 5 de abril de 2021

Apenas otoño

 

Aquel otoño, donde temerarios e inconscientes, hacíamos

crujir las hojas bajo nuestros cuerpos, sin más atuendo que la

esperanza de que todo fuese un sueño, quizás porque era eso

lo que nos atravesaba, la desnudez de los árboles, esos

primeros vientos traicioneros, que nos resistíamos a aceptar,

porque la piel todavía olía a verano, porque abril tan tirano, tan

honesto, tan valiente, dejaba todo al descubierto, menos la

cobardía, menos las mentiras. Entonces el maquillaje urbano se

caía a pedazos y nosotros trémulos payasos tristes, insistiendo

en no verlo.

No podíamos y no entendíamos que nuestras ramas tenían que

ser cortadas y nuestras raíces trasplantadas para volver a

florecer, que no hay paraíso perdido que contenga a dos almas

que se amaron en otoño, pero no se atrevieron a mutar, que no se

animaron como el limonero, a perder la cabeza y soportar la cal

viva en el cuerpo, para sobrevivir durante el invierno, a levantar

el suelo con la fuerza de su rebelión, a exponerse a la intemperie

sin más abrigo que la incertidumbre, con la osadía de ir dejando

el equipaje, viajando hacia el sol, con la fuerza de amar, de perdonar

al viento de agradecer la visita de la lluvia, que no es más que

alivio fresco, para tanta herida abierta.

No fuimos capaces de entender, que los atardeceres de otoño llegarían

tan pronto y nos encontraría con las ramas débiles, con los huesos rotos

echando raíces que ya no se animan siquiera a levantar el suelo y

romper el cemento.



domingo, 4 de abril de 2021

CORAZON OTOÑAL

 

Me gusta cuando amanece otoño, así e repente, respirando fuerte

en la nuca del verano, olvidando el sudor que todavía exhala el eco

de marzo.

Me gusta ver la danza erótica de los árboles, desnudos, impúdicos

desprendiendo su lastre, rasgando sus hojas que crujen de viejas con

sus colores ocres.

Me gustan los soles tibios que resisten estoicos , como los abrazos de

despedida, en pié, pero trémulos, abriendo grietas, cerrando heridas.

Me gustan los días de lluvia finita y constante, mirarlos a través de

los cristales de bares desvencijados y añejos que guardan tantos y tontos

secretos.

Me gustan las calles que bajan al río en atardeceres grises manchados

de frio.

Me gusta refugiarme debajo de un alero, mirar a la gente, tan pintoresca

de pronto en campera de pronto en chancletas.

Me gusta respirar el olor del asfalto, que si cierro los ojos me asemeja

tierra.

Me gusta pensar que cuando llega el otoño la naturaleza es eterna, se

desviste y si muestra , sin maquillaje, sin falsos disfraces..

Me gusta Buenos Aires, con la vida de abril entre las venas, porque

vibra, ebulle y se levanta majestuosa y renovada.

Me gusta esa angustia en el pecho de empezar de cero, pensar que

puedo renacer , vaciar la mochila y dejar que todas esas penas tan

profundas y dolidas, queden esparcidas por ahí y seguir hacia el río

buscando algo nuevo, alejando el estío.

Mirar el ocaso dormido en mis brazos, tocarme los labios pensando

en los tuyos, soñando que el próximo otoño será nuestro encuentro,

distante, tardío, trémulo y vacío, cuando juntos bajando hacia el río

plagado de hojas apenas marchitas, que navegan huérfanas hasta la

otra orilla, nos empuje fuerte y nos aleje de la cobardía.