viernes, 2 de diciembre de 2016

JUGUETES ROTOS

Resultado de imagen de fotos de juguetes rotos




Escribe Kety Mangione
post. por K.M. 02/12/2016


Ay Ay como somos, como no nos esta dado el poder de reacción. Andamos como juguetes a pilas.
De repente alguien acciona el on y entonces nos movemos, hacemos ruidos molestos o agradables, que de tanto repetirse también se vuelven molestos, pero alguien aprieta el off y ya esta, volvemos a la caja hasta el próximo on, quizás también podríamos compararnos con  los antiguos muñecos manejados por un  ventrílocuo, encargado de animar a su partener según sus ideas, ahora gracioso, ahora sensible, ahora grosero, ahora ético, aplausos, saludos y hasta la próxima función.
Con las tragedias con las que empatizamos también pasa lo mismo, hablamos, lloramos, nos emocionamos, tomamos partido, nos indignamos, hasta que llega el off, mas temprano que tarde.  Pero nada, no cambia nada, porque lamentablemente no cambia ni aún con la tragedia propia, con esa anónima que solo conocen unos pocos, pero que marca un antes y  un después en nuestras vidas. Todo sigue igual o  peor, no hay reflexión, no hay un resultado a la ecuación de dolor.
Particularmente yo me conmuevo con estas cosas, pero mi cabeza dispara hacia otros hechos, por ejemplo cuanto debió lamentarse la esposa del director técnico del Chapecoense, por no haber revisado la documentación de sus hijos y darse cuenta que uno de ellos  no tenía el pasaporte, cuanto habrán discutido en el aeropuerto dándose la culpa uno al otro, cuanta amargura se habrá generado en esa víspera de tanta muerte,  por ese olvido IMPERDONABLE, incluso imagino una discusión con ese hombre que quería ser acompañado por sus hijos y no pudo ser, pienso que esos últimos minutos los perdieron peleando, buscando responsables y quizás ni se despidieron. Pienso en los que viajaban alegres unos, preocupados otros porque estaban distanciados de un amigo, de un familiar, de un amor y se prometieron que a la vuelta lo solucionarían. Pienso en todos nosotros que consumimos hasta agotarnos, detalles tan dolorosos como macabros, y vamos viendo como siempre el dinero, el egoísmo, la locura aberrante que nos domina en cualquier terreno de nuestra vida, se apodera de cada situación cotidiana, simple o extraordinaria.
Y nada, no aprendemos nada.
No salimos a revisar nuestra historia reciente, no enmendamos nuestros estúpidos errores y no somos capaces de  sacamos de encima esa daga que nos atraviesa.
Nada, no aprendemos nada.
Proclamamos campeón a un equipo que no puede disfrutarlo, al mismo que hubiéremos insultado sin clemencia como hincha o como rival, porque es así, porque así es el deporte y la pasión en general, pero la muerte ah la mágica muerte tiñe todo con su halo y todos somos uno, con ellos, con los otros, con lo que no conocemos.
Nada no aprendemos nada.
Pasa igual con todo, solo sufrimos poco y mal, para afuera, y siempre y cuando empatizemos u odiemos,  lo que toque, según nuestra chata visión del lado en que nos colocamos por elección y/o inducción.
No aprendemos nada.
Seguimos aferrados a nuestras pequeñas parcelas de estupidez, de orgullo, de irracionalidad.
Esperando, quiero creer que inconscientemente, que pase alguna tragedia, para arrepentirnos un ratito, de los silencios, de los desplantes, de los orgullos, de los olvidos, de la memoria selectiva.
Nos dura poco, como todo, en esto también funcionamos como juguetes rotos, porque para poder seguir llorando y conmoviéndonos  con las tragedias ajenas, necesitamos perdonarnos. Necesitamos olvidar que ese día, el que perdimos a alguien real, nuestro, amado, habíamos discutido por una pelotudez, o habíamos dejado de hablarle por vaya a saber que razones o no habíamos estado atentos a sus necesidades,(todo en pasado, todo en potencial)  tan ocupados en hacernos daño estamos, que siempre dejamos que el destino haga lo suyo, así podemos rasgarnos las vestiduras pensando en todo aquello que no hicimos bien.  Así y todo "Nos dura poco."
No aprendemos más.

martes, 23 de agosto de 2016

DALE QUE VA




Escribe: Kety Mangione
Post. por K.M. 23/08/2016


Hay momentos bisagra en la vida, lo sabemos, lo tenemos claro, los de este lado del mundo, los que hemos tenido la suerte loca de nacer y tener un techo, un plato de comida y hasta en el colmo de la fortuna acceso a la educación y a la salud.
Estoy pasando por uno de esos, desde el mes de mayo pasado, donde como saben los que me siguen (y los nuevos se están enterando ahora) tuve un ICTUS (o ACV) , que resultó ser leve y gracias a eso paso a ser mi bisagra tardía, pero esta vez de verdad, porque si algo he tenido a lo largo de mi vida fue un antes y un después de, muchos de ellos me ayudaron a girar 180º no siempre con los resultados deseados ni en la dirección correcta y muchas veces el viraje casi me tira a la mierda.
Ahora es distinto, porque? Y será porque estoy más vieja, porque me volví inmune a la estupidez humana, a la mía por sobre todo, deje de ser contestaria, de buscar protagonismo con personas (incluso muy cercanas y queridas) ese momento que dura lo que dura un tuit o un comentario de facebook, por sobre todas las cosas, porque ya es imposible encontrar un punto de coincidencia, un término medio, algo que no se vaya permanentemente a los extremos. Ser testigo presencial de frases moralistas emitidas por sabiondos y suicidas a los que uno ha visto allá cerca y hace tiempo, practicar activamente el choreo oportunista en las empresas del estado, el acomodamiento, el ñoquismo, la violencia de género de ellos y ellas y hacia sus propios hijos.
Es muy loca esa mezcla que producen estas nuevas tecnologías y esta loca forma de vivir , de hijos, padres, exces de todas las índoles, de resentidos y arrepentidos, de sonrisas de plástico mezcladas con frases de auto-ayuda, de todos para todos y todos contra todos. Todo bastante choto sinceramente, pero evidentemente necesario.
Alejarme un poco de toda esa participación, por propia voluntad, a veces, lo reconozco, me he tentado, pero viendo que hay tanta gente crispada, agazapada, mal informada, que se tira de cabeza para empezar una absurda polémica, me he llamado inmediatamente a silencio, decía que todo ese tiempo tan preciado que me demandaba la contienda de mensajes y todo lo que tenia que dosificar a la hora de entrar en una de ellas, dependiendo de quién tiraba el primer dardo, empecé a observar otras cosas, muchas horas sola en consultas de médicos de todo tipo, y sin poder hacer lo que siempre hago, que es leer, (la isquemia facial no me lo permitía) me hacia revisar el teléfono una y otra vez, en busca del museo de novedades, pero 5 minutos sobraban y ahí uno entiende un poco la importancia de los limites, y la maravilla que es poder reconocerlos.
Pero no es este el tema en cuestión, es solo que vuelvo en forma recurrente, porque no deja de asombrarme lo que somos capaces de hacer, machacados hasta el cansancio por los distintos comunicadores de turno.
Lo que en realidad note es la innumerable cantidad de veces que estoy apurada sin motivo alguno, que me siento incapaz de esperar mi turno en un lugar, aunque no tenga absolutamente algo mejor que hacer, la enorme necesidad de devorar el tiempo, que de por sí se va sin que lo echen y no vuelve cuando lo llaman. Me di cuenta que una de las palabras que repito (repetía) al día, con mis nietos, es DALE, lo digo sin pensar, automáticamente, sin motivo, solo en contadas ocasiones es necesario, les digo dale entren, dale salí del baño, dale vengan a merendar, dale ponete los zapatos, dale toma la leche y así podría seguir con una interminable cadena de DALES, que por otro lado me digo a mi misma, aunque no en voz alta, me apuro para desayunar con mi dale interno, para ir a comprar, lo digo cuando paseo a mi perro, -dale Pilu hace caca, dale Pilu entra-, cuando contesto un mensaje en señal de aprobación digo DALE y me lo estoy cuestionando que ya es algo, por lo menos ahora en estos momentos y estos días soy absolutamente consciente cada vez que lo digo, y reculo, busco otra manera, quizás estoy llegando tarde a todos lados, no mucho, unos 10 minutos tarde, cosa que antes me parecía imperdonable, pero es el tiempo que tarda mi nieta mayor en querer amarrarle la cuerda al perro, o mi nieta pequeña en ponerse ella sola los zapatos, cambiados de pie, pero solita, o el que yo misma pierdo en volver a entrar a casa porque en lugar de tener todo controlado, me olvido la billetera o los anteojos de ver de lejos o los de cerca, o los dos.

Lo que tiene de bueno es que no entro puteando, voy y los busco y ya está.
Y si bien siempre priorice a mis amigos y familia, ahora tengo un ritmo de prioridades distinto, llamo a los que me llaman, le escribo a los que me escriben y llamo y le escribo a los que siento que más lo necesitan me llamen o me escriban ellos a mi.
Parece ser que estar en el corredor de la muerte, aunque vivito y coleando, si zafas, tiene sus ventajas, aunque 3 de 4 días seas la de siempre, y corras aunque no haga falta, y digas dale dale, y hagas un esfuerzo enorme para no contestarle a un montón de masa humana que no entendió nada, que les pasa de todo y todo no sirve para que bajen un cambio, que no se cansan de decir una cosa y hacer otra, que nunca se paran a pensar que le hacen a los otros todo aquello que a ellos le molesta.
A estas alturas, no sé, un metro ochenta por lo menos o cuatrocientos sobre el nivel del mar, algo habría que aprender, no se, a no ser hipócritas o a no publicarlo, a reconocer los limites de lo que es publicable, a darse cuentas que no somos eternos, que no es necesario irse a tierras lejanas y ayudar niños mutilados, que basta con empezar con los nuestros, los propios, los necesitados que tenemos cerca, educándolos bien, dándole apoyo, confianza, mostrándole el mundo real, dándole herramientas para decidir y elegir y por sobre todo predicando con el puto ejemplo. No hablo de perfección. Solo hablo de cosas pequeñas, de poder apoyarnos en argumentos válidos, sin exagerar, sin caer en la cosa trágica, -yo a tu edad.-!!.....solo relajarse, solo ser conscientes de lo efímero que es todo, que nos acostamos en abril y nos despertamos en agosto y con el mismo argumento, que nos escondemos y refugiamos en nuestras absurdas creencias, políticas y religiosas para justificar casi todo, y que nos sonreímos casi triunfalistas cuando se cumple el peor pronostico, pero que nosotros mismos hemos sostenido y apoyado, como si ese cumplimiento de horror fuera el pase a un túnel inmundo, lleno de lodo y alimañas, que por el solo hecho que lo hemos vaticinado, no nos mancha, ni nos toca.
La memoria, la bendita memoria, tan sabia como la naturaleza, hace que recordemos con precisión casi milimétrica algunas cosas y borremos otras como si nunca nos hubiesen ocurrido. Creo que tiene que ver precisamente con el opuesto a lo hoy tenemos como modo de vida, la inmediatez, la saturación de información, que en general consumimos en soledad, hace que no registremos, solo miramos, en ese mirar obviamos detalles, no contextualizamos, no vemos y entonces no recordamos. Sin embargo un adulto puede recordar hechos puntuales y recrearlos con el solo hecho de pensar con quién estaba cuando ocurrió, el otro, los otros son parte de nuestra memoria, los sentidos, todos, nos llevan a rememorar  y a recrear, con los olores, los sabores y la voz, eso que cada vez se va perdiendo más con el dale, dale. Los chicos nos muestran hasta los 8 o 9 años la necesidad de hablar, de contar, de inventar, recuerdan las cosas que han compartido y así aprenden, imitando, recordando, contando, somos nosotros los que los anulamos, los que le decimos dale, dale, con y sin motivo, los que estamos apurados para morirnos, para que ellos sean grandes, para jubilarnos, para que lleguen las vacaciones.
No sé si esto que me pasa será temporal, y después empezaré otra vez a olvidarme de no apurarme, no se si dejare de observar y volveré a arremeter en las redes sociales a perder un tiempo precioso, a exagerar en lugar de usar, a exponerme buscando una compañía y una contención, que solo obtengo de unos cuatro gatos, tan papanatas como yo, que seguimos llamando por teléfono, mandando correos y buscando darnos la mano que nos saca de los abismos de soledad que supimos conseguir.
Por lo pronto cada vez que digo dale, y me doy cuenta, paro en seco.
Mis nietos me están enseñando siempre, el mayor cuando me ve desbordada me dice LABU, no seas aburrida, tú no eres aburrida, la mediana me enchufa a 220 y siempre tiene un elogio pícaro para levantarme el ánimo y la chiquita basta que me queje por algún dolor y por algún golpe y ella corre y me besa así sea el mismísimo pie y después me pregunta, ta mejor?
 Se puro? Y nunca dice dale, dale.



martes, 19 de julio de 2016

ANIMANAS PARA SIEMPRE



En mi última nota, hace más de dos meses, donde yo era otra, metida dentro de esta especie de mamusca que es mi vida con muchas vidas adentro, escribí sobre la amistad, sobre cuatro chicas anaranjadas quemándose al sol en una terraza de Wilde.
Unos días antes había llegado de Buenos Aires, de un viaje relámpago de diez días, que fueron poco menos que una montaña rusa, de emociones, de tramites, de problemas, de inconvenientes que en ese momento me parecían caóticos, tremendos, injustos! Matizados con la mágica pincelada de presentarme con Agua en Marte en la feria del libro, rodeada de mis incondicionales de siempre, con los que están metidos en ese pequeño circulo que voy modificando con cada viaje, con cada vivencia, con cada experiencia.
Pasaron solo una horas de esa nota, con esas chicas achicharradas a fuego lento, untadas en coca-cola, y obtuve un diagnostico por un episodio raro que tuve al regresar del viaje. Había sufrido un ACV, leve por suerte, que me produjo una isquemia facial (que perdura hasta hoy), quienes han leído mi libro saben que hasta con estas cosas he bromeado y me lo he tomado con sarcasmo, por lo tanto en esa linea de conducta seguí y fui muy camicace a la hora de hacerme cargo, quizás eso fue lo mejor, no parar, no pensar demasiado, seguir seguir por la ruta del salmón, bordeando el Paraná para llegar a Necochea y quejandóme porque el mar era muy marrón.
Entre ese momento y este día, volvieron a pasar muchas vidas dentro de mi vida y dentro de la vida de otra de las chicas anaranjadas.
Esas palabras hablaban de amistad, de complicidad, de risas, de cosas sencillas, de proezas cotidianas, de heroínas de barrio desafiando a unas madres machistas y feroces, y padres que para la psicología actual les cabería orden de alejamiento por violencia de género, de sueños pequeños que se nos antojaban posibles, de secretos y descubrimientos , después, después las chicas, quién sabe porque, quizás porque llegó el invierno,  uno largo muy largo que las blanqueo y las cambió para siempre, quizás porque alguien les hablo de la capa de ozono, del cáncer de piel, o porque simplemente le cortaron las alas, siguieron su camino al ras del suelo, cumpliendo destinos casi idénticos, nacer, crecer, reproducirse y tratar de no morir.
Unas nos revelamos antes y eso logro como en las fotos antiguas, que se velara la foto de nuestra vida, con enormes manchas, con borrones donde se tornó imposible hacer foco, en algunos casos pudimos rescatar los negativos y no siempre fue para mejor.
Imposible no remitir a nuestro pasado feliz, cuando la realidad te da un baño de ficción y supera todas las series épicas, todos los golpes bajos, todos los tópicos y los lugares comunes, hasta la ciencia ficción mas bizarra y las películas de clase b llenas de horribles y deformes moustros, pasan a ser cuentos de hadas, imposible no querer desesperadamente tener la máquina adecuada que permita rescatar esos negativos mal revelados, donde una puerta abierta a destiempo arrasó, deformó y mutilo, con la muerte más puta, mas rastrera, más miserable, la de un hijo, esa para la que nadie nos preparó, esa de la que tanto hablaban los viejos en voz baja, cuando decían “y sí la pobre quedó así después de enterrar a su hijo”
Una de mis amigas anaranjadas tuvo que enterrar a su hijo, hace 23 años,( él tenía 15), con ella y su pala las cuatro CHICAS ANARANJADAS, nos morimos un poco, nos volvimos más blancas, más blandas. Después vendrían más amigas de las amigas, mas vidas, más muertes, que nunca nos encontrarían preparadas, pero sí, por lo menos a mí, se me metería como un mantra, “-si ella pudo seguir, si ella se levantó, yo tengo que seguir, por mí y por ella, por gratitud a la vida que no me forzó a tener que cavar una fosa y enterrarme viva.”-
A fines del 2013 perdí a una de mis mejores amigas, fue y es un dolor que me atraviesa.
El año pasado en el medio de la adrenalina y felicidad de estar editando mi primer libro, absurda mente mientras corría por Palermo otro amigo queridisimo, compadre y marido de mi mejor amiga decidió unilateralmente que ya era tiempo, y otra vez ese dolor, esa punzada constante, ese amasijo de sentimientos que no terminan de cuajar y se vuelven negros velos delante del sol.
Así cuando uno cree que ya es imposible sufrir más, que ya es tiempo del remanso, de festejar la vida, de perdonar y perdonarse, de entender que es una cal y una de arena, la vida le da otra puñalada en el medio del corazón, ya diesmado, ya partido, ya zurcido y vuelto a zurcir, a tu amiga anaranjada, a esa que tuvo que agarrar una pala para enterrarse en vida, a esa que los vientos y los huracanes le pasaron por encima sin piedad, a ella que siguió creyendo, que siguió confiando, que pensó que Dios estaba de su lado a pesar de todo y se aferró a él, aún sabiendo que era un clavo ardiente, y se enzaño y la llevo a tocar el cielo, la llevo a abrazar al hijo de su hijo, a acunarlo y besarlo, a vestirse de abuela con coronas de flores y caminos mórbidos sembrados de pétalos de rosa, la llevo a reír como hacia años no reía y a sentarse a una orilla de la vida a contarle a sus muertos que un nuevo tiempo empezaba, que ser feliz era posible, que las heridas finalmente cicatrizan, estaban, se sentían, pero ya no sangraban.
Y no, resulta que no, resulta que todo esto solo fue posible 16 días, el cielo volvió a desplomarse, el diablo llego sigiloso y mordaz a entregar una pala nueva, esta vez a su hijo, que acunaba con amor desbordado a su niño, a su ángel, a su sicilian-baby.
Silencio- La pantalla de la vida se funde a negro.
No hay mensaje, no hay segunda vuelta, no vuelve a la vida como en las películas, no hay moraleja no hay explicación. El lodo se mete por todas las rendijas y lo empantana todo, el horror desolado no da tiempo ni siquiera para el miedo, para la duda. Nada. Fin.
Este día del amigo, nosotras las chicas anaranjadas ya devenidas en mujeres grandes, en abuelas, en madres que siguen pendientes cada minuto de sus hijos, que ya son  adultos, algunos ya son padres, a uno de ellos a uno de los nuestros, a uno de los chicos anaranjados vino el diablo con la pala y le arrebato a su hijo, a su sicilian-baby, a su chiquito indefenso.
Les esta pasando a ellos, les paso antes, no se a quién hay que pedirle ,no creo en Dios, por suerte, porque ahora mismo me estallaría el cerebro doblemente pensando porque unas buenas personas pueden ser tan brutalmente golpeadas una y otra vez, sin piedad.
Pero ella es mi amiga, es mi hermana, es una parte de mí y sus hijos son también un pedazo de mi ser, por eso desde el domingo que recibí esta terrible noticia estoy en pausa, todo pasa como en cámara lenta, todo perdió importancia, como me paso hace unos meses cuando murió mi querido amigo Daniel y antes con la hermosa María Rosa, me quedo acá a muchos kilómetros, a muchas horas de diferencia horaria, a muchos abrazos no dados. Mañana habrá infinitos saludos, mucha gente festejando, ojalá lo hagan tomando la dimensión de la palabra amistad, ojalá sean capaces de hacer por sus amigos algo más que mandarles un mensaje o decirle unas lindas palabras, ojalá puedan comprender la diferencia entre una red social y una red de amor verdadero.
Para nosotras las 4 chicas anaranjadas y nuestras familias será un día negro y fatal.
Para mí que estoy en pausa, que estoy muy enojada, pero mucho, que me duele el alma, que me retuerzo de bronca, que me siento impotente, será un día, para subirme mentalmente a la terraza de Wilde, abrazar desde ahí a mis chicas anaranjadas y dar gracias por lo que tengo.
Cuando se me pase esta furia, esta locura, este enojo, quizás pueda decirle a mi amiga, que no hay palabras de consuelo que sirvan para palear tanto amargo y absurdo dolor.
Quizás pueda decirle que Santino su sicilian-baby, su adorado nieto vino a este mundo a cerrar un circulo de horror, a unirlos durante eternos 16 días para siempre, como un célula indestructible.
No lo sé, pero ojalá aunque ni yo misma lo crea, ese sea el motivo de este demencial destino que les esta tocando vivir a unas buenas y simples personas.




sábado, 7 de mayo de 2016

CUANDO CALIENTA EL SOL


Para las cuatro fantásticas de Wilde.
Mari y Rosa Ziza- Mary y Mabel Mangione.

Escribe Kety Mangione
Post. por K.M  07/05/2016


Cuando eramos unas pre -adolescentes y nos íbamos horas perdidas a la terraza, a tomar sol embadurnadas en coca-cola y aceite de zanahoria o de coco, que nos freía como cornalitos, en un suelo pintado con brea, lleno de piedritas que se hundían a nuestro paso, porque el efecto del calor descomunal del mes de enero se potenciaba con el negro del alquitrán y el brillo del pedregullo y la lana de vidrio, en esos días con mi hermana y mis amigas-hermanas-vecinas, pitábamos a escondidas y espantábamos el humo con las manos, o haciendo abanico con alguna revista TV-GUIA o Radiolandia, creyendo que eso bastaba para que no nos descubran, hablábamos todo el tiempo y nos reíamos mucho, casi más que hablar era reír, tentadas por todo y por nada, con esa adrenalina que daba hacer cosas a escondidas, cuando bajábamos anaranjadas y ciegas, nos mirábamos en el espejo para comprobar las marcas que habían quedado en nuestros cuerpos, felices y satisfechas.
Si quedaba tiempo y nuestras madres no nos buscaban a los gritos, nos depilábamos las piernas con una crema espantosa que tenia un olor horrible y nos planchábamos el pelo con WELLA STRAY, que también tenia un olor asqueroso e inmundo. En esas épocas hacíamos cuentas de los años que tendríamos en el 2000, cosa que nos resultaba tan lejana como la mismísima vía láctea, y obviamente no teníamos duda alguna de que los coches volarían, las tareas del hogar serían cosas de un pasado lejano y las escuelas como las conocíamos no existirían, pero por sobre todo pensábamos que la gente sería mucho más feliz de lo que nosotras éramos en ese momento, el hecho de pensar en modernidad y comodidad nos proporcionaba la loca idea de la felicidad plena.
No me aferro a esto como algo perdido e ideal, primero porque cuarenta y cinco años después no esta perdido, segundo porque no era ideal, solo era lo que había y de algún modo lo convertíamos en divertido, aún con todas las carencias. No está perdido, porque se que ahora esas cuatro chicas anaranjadas y con olor a cigarrillo Comander, robado del paquete de mi papá, seguramente nos  juntariámos en esa misma terraza, sin teléfonos, sin tablets , sin computadoras y a pesar de lo mucho que nos golpeó la vida, seríamos capaces de reírnos mucho, pero solo ahí en esa terraza, abajo en tierra firme, en nuestras cocinas más o menos equipadas con aparatos que nos facilitan la vida, en nuestros coches (las dos que manejamos, las dos que nos fuimos lejos, las dos que nos divorciamos) y en los distintos medios de transporte (las dos que no manejan, las dos que se quedaron, las dos que se hicieron cargo de sus padres, las dos que aun siguen junto a sus parejas de toda la vida) ahí ya no sería posible estar sin nuestros teléfonos, nuestras conexiones, selfies y redes sociales, aún las más chucaras, sin enterarse mucho de que va, ya seríamos parte del montón, de la tropa tecnológica, de todo lo que no debemos hacer, actualizadas con las dietas, la capa de ozono, el protector 500 para la sombra y el 800 para el sol, el colesterol bueno y el malo, los litros de agua que tenemos que tomar antes y después de exponernos al sol, con ese dolor absurdo de saber tanto de tantas cosas y a su vez ignorarlo casi todo, con ese rictus de repetir frases hechas, ajenas, gastadas. Con ese miedo de no existir, de no ser, como que tanta información nos va borrando como una goma de las de antes borraba un dibujo mal hecho, una palabra mal escrita, dejando un rastro gris en el mejor de los casos o un agujero inoportuno en la hoja de papel impoluta.. Desorientadas, sintiendo que ya ni nuestra memoria cuenta, parecería ser que nada de lo vivido o aprendido sirve de mucho, hoy hay un tutorial para todo, esos que quizás ninguna de las cuatro chicas anaranjadas somos capaces de comprender, pero que nuestros hijos y nietos manejan a la perfección y nos dejan prácticamente en ridículo cuando queremos explicarles como se hace algo y ni hablar de decir como lo hacíamos.
No hay un tiempo pasado mejor, además este es nuestro tiempo, el que transitamos, el momento presente.
Pero a mi me pasa, quizás porque cada vez que vuelvo a mi tierra, voy a mi casa literalmente, a la casa donde nací, donde todo sigue igual, salvo que tememos teléfono, y los vecinos tienen wifi y te lo prestan para que te agazapes a la ventana de tu habitación de soltera y así conectarte cual diabético a la insulina, porque necesitamos saber, estar, ver, comunicar, porque las cosas están dadas así, no podemos escapar a eso, podemos sí y dentro de lo posible, establecer nuestras propias reglas, no al principio claro, que uno se lanza como una flecha, y junta el asombro con la posibilidad de reconocimiento, con la necesidad de no estar solo, de compartir, y entonces nos vamos al carajo y lo compartimos todo, después pasamos a la etapa contestaria y participativa, donde queremos tener razón esgrimiendo argumentos dudosos y ajenos relegando nuestras raíces y nuestros verdaderos conceptos de la dignidad y el respeto por el otro. No todos logran salir de esa primera etapa, algunos se quedan instalados ahí, apalancados en la retorica permanente, a veces como un juego otras como una pesadilla. Otros pasan al otro extremo, ponen limites a todo, a quién puede verte, nunca sabés si están conectados o solo miran y se ponen me gusta a sus propios post, echando alguna vez una mirada rápida en los AMIGOS, como para tenerlos como seguidores y no perder los likes de sus próximas actualizaciones. Esta bien, todo esta bien, pero sigo sin acostumbrarme a algunas cosas, sigo extrañando reírme, tentarme, sigo extrañando esa parte mía que no necesitaba de la aprobación de los otros para avanzar, para vivir, lamento horrores que cada vez estemos más solos, más desvalidos, que hayan logrado y nosotros permitido que nos llenen la cabeza de pelotudeces que no vienen al caso, que para hacer un huevo frito tengamos que buscar en Internet cuánto aceite hay que poner, que la experiencia y lo vivido no valga nada, que la gente necesite ponderarse a sí misma todo el tiempo y darse la razón como los locos, que insultemos a la gente y la prejuzguemos por sus ideas políticas o su forma de pensar, que nuestros nietos crean que leer es una pérdida de tiempo, que todo sea tomado literalmente como si fuéramos víctimas del síndrome de asperger*, incapaces de dilucidar una broma, un doble sentido , chiste machista o feminista de un ataque de género, de los avisos imbéciles posteados y re-posteados de como marcar al revés tu clave en el cajero, cosa que leerán primero los chorros que vos y te costará la masa encefálica el querer joderlos, de lo inteligente que son los mal humorados y los malhablados y lo felices que somos todos y nuestras hermosas familias de papel, sin dejar afuera las cadenas de oración que hacemos sentados cómodamente frente a nuestros dispositivos para que un Dios imperfecto sane lo mismo que causó (a mi entender obviamente).
De las cosas cotidianas siempre podemos rescatar cosas buenas y positivas, que no están en las redes, ni en las noticias. En mi corta y febril estancia en Buenos Aires en este mes de abril, me resultó muy gratificante ver como la gente saluda al subir al colectivo, en voz alta al chófer y este contesta con toda amabilidad, y en otros casos es el chófer el que saluda cuando uno sube, realmente es una sensación increíble que genera un gesto tan simple, mi hijo menor, cuando viajábamos en colectivo, siempre saludaba y conversaba con la gente que tenia al lado, y se preguntaba porque la gente saludaba al entrar en un negocio, pero no lo hacia al subir a un transporte público, creo que por eso me gustó tanto ver que ahora se haya adquirido esa buena costumbre, también lo observé en algunos bares, algo realmente digno de destacar, aún en una ciudad caótica, donde te cortan las calles, te hacen piquetes y te despluman cada vez que consumís o compras algo, o simplemente te vacían la cuenta cuando salís del cajero automático.
Las cosas chiquitas , que me pasan acá también en mi hermoso pueblo, con la gente que te reconoce, que te saluda con amabilidad, que comparte un comentario sobre la situación política sin ofender ni descalificar, los que han leído mi libro, que para un lugar tan chiquito son muchísimos y se han tomado el trabajo de comprarlo en una librería o por Internet, y lo elogian con afecto sincero, esas son las cosas que alimentan, más allá de parecer frases hechas a medida, son los verdaderos motores.

La tecnología sana y mata sin duda, igual que cualquier epidemia, una vez expandida no hay como pararla. Quizás el término medio llegue cuando encontremos el virus de la estupidez y podamos inocularlo para que los síntomas nos avisen que estamos a punto de cagarla y podamos hacer medicina preventiva, y volver a las terrazas con nuestros amigos a reírnos de nada y de todo y a soñar que en un futuro no tan lejano, la gente será mucho más feliz.




(*) El síndrome de Asperger es un trastorno neurobiológico que forma parte de un grupo de afecciones denominadas trastornos del espectro autista. La expresión "espectro autista" se refiere a un abanico de trastornos del desarrollo que incluyen tanto el autismo como otros trastornos de características similares.

lunes, 7 de marzo de 2016

TIEMPO DE ESTAMPIDAS




Escribe Kety Mangione
Post. K.M. 07/03/2016


Andaba yo estos días y desde hace unos cuántos más, pensando seriamente en la muerte, no con miedo ni con agobio, solo pensaba con esa certeza que quizás tenemos los descreídos de dioses y de cielos, los que de tanto ver el puñal de la maldita vendeta, aprendimos que no hay edad, ni motivo, ni acierto fallido que detenga el filo de su hoja, ese filo entrando en la carne tierna con la impiedad del marcado destino.
Andaba yo hablando con gentes de todos los países donde mis pies han pisado en estos últimos meses, justamente don Destino se me había adelantado, llevándose amigos, primos hermanos, hijos de amigos que no habían ni siquiera decidido si creer en el destino o creer en dioses de pacotilla, y viendo como los viejos, son cada vez más viejos, los jóvenes cada vez mas absurdos y los adultos cada vez más estúpidos, no todos ni todos a un tiempo, pero según mis ojos cansados de ver tanta contienda inútil, me lo muestran todo aún más caótico, si eso es posible.
En esos andares me fui perdiendo en los recuerdos, en la medida que voy sumando años, asomándome a la temida vejez, hoy disfrazada de un halo de modernidad y juventud, que nunca parece tanto y siempre es realmente mucho, decía, que en esa rara medida, cada vez me adentro más en los juegos de la infancia, en los aromas de las flores mojadas de los patios vecinos, en las golosinas del kiosco de la escuela, en la cascarilla con galletas Colegiales en la merienda del turno intermedio, donde los tiempos eran eternos, el reloj corría en cámara lenta, con un tic tac adormecido, solo eran rápidas y tempranas las mañanas escarchadas, las noches de sabanas congeladas casi mojadas, que mitigábamos con ladrillos calientes y bolsas de agua hirviendo, las noches eran largas, llenas de ruidos tenebrosos y sin embargo todo era posible.
Andaba y ando yo pensando en esas cosas, cada vez más, aferrada a esas miradas que silenciaban, a esas conversaciones entre vecinas que escuchaba agazapada hasta que me descubrían y me quedaba con la mitad de la historia, que después contaba completando las frases con mi imaginación exacerbada, las voces chillonas en sus dialectos cerrados, los olores a vainilla a leche hervida y volcada, el patio damero, la ropa blanqueandose al sol, todo eso me ronda la cabeza, en estos tiempos apurados, donde podemos contar un par de meses de viaje, desde el aeropuerto a casa, no importa si estamos a 15 minutos o 1 hora de distancia, alcanza ese tiempo para pincelar todas las vivencias, rápido, conciso, hemos ido eliminado la maravillosa costumbre de contar historias, de contar sueños, olvidamos hasta las pesadillas porque no hay a quién contárselas, nos levantemos solos ó acompañados, no hay tiempo, todo se interrumpe como si las conversaciones fueran atravesadas por una bandada de toros salvajes y luego, entonces, la manada se lleva toda la atención y el hilo no se retoma, lo que no se dice se muere, se pierde en un hueco del espacio, no esta en ningún lado y uno se queda como si lo vivido nunca hubiese pasado, algunas fotos harán el tan temido RESUMEN, de lo vivido, de lo viajado, de lo abrazado, de lo reído, sobrarán 10 minutos para posar nuestra vista en cada imagen, en cada sonrisa, ya no tenemos ni el consuelo de mirar el tedioso álbum o el vídeo del viaje, ya nadie se reune a contar historias, porque las historias ya son viejas antes de ser historia, hay que obviar detalles, hay que ir al grano, hay que documentar.
Andaba yo pensando, que bueno debe ser crecer con un abuelo, con un tío, con un primo, que unas manos cariñosas te abracen, te consuelen, te justifiquen, porque para ser huérfano no hace falta perder a los padres o criarse sin ellos, mi hermana y yo hemos sido huertanas de unos abuelos, que quizás yo estoy idealizando por no haberlos jamás conocido, pero no me importa, los idealizo porque tengo la certeza que nuestras vidas serían hoy muy distintas con ese acopio de amor, con esas palabras amorosas, con ese voto de confianza, pensaba en acurrucarme en un regazo con olor a pan tostado, a jabón federal o esconderme entre las piernas fuertes de un abuelo protector, cuando se veía venir como un derrumbe inminente la lluvia de golpes, el tirón de pelo, y los improperios abundantes y generosos que venían a mostrarnos que no todo era tan feliz como nuestras horas perdidas en las calles del barrio.
Andaba yo pensando, que el mejor tiempo es el perdido entre charlas y palabras sueltas, inconexas, interrumpidas por el alboroto y el apuro de querer contarlo todo, sin orden, sin cronología, sin que todo sea tan cierto, ni tan contrastable, pero que tenga la cuota justa de magia, para detenerse a suspirar, a pedir que se amplié ese párrafo, a reír por la exageración y llorar por la devastadora y estricta realidad.
No hay tiempo, hablar de la muerte espanta, como si no nombrarla fuera suficiente para justificar nuestra desidia. Yo ando pensando en la muerte, porque? Porque eso me hace sentir viva, vulnerable, presente, no sabré yo cuando esto se termine, no quiero vivir pensando que soy eterna, juntando bienes materiales, padeciendo por todo lo que me falta, prefiero pensar en la muerte, que ha sido tan generosa que me ha dejado llegar hasta aquí y salir corriendo cuatro días a regodearme en los aromas y sabores de la tierra de mis padres, mientras estiramos las horas hablando hasta el astió de tantas historias propias, donde si estaban mis abuelos y mis tíos, donde la vida sigue siendo una celebración que se ejecuta alrededor de una mesa, comiendo y tomando vino casero, porque todo se dispone cuando uno llega y no dudo que se desarma un poco cuando uno se va, pero esos ratos, esas charlas, esos momentos son los que te alejan de la muerte, en la que pienso todo el tiempo, porque quiero sentirme viva, porque quiero curar mis heridas, dejar de vivir en el aire entre mi patria, que no es otra que mi barrio y mi gente y esta tierra donde ahora vienen a dar mis huesos, sí ando pensando en la muerte, en los que se fueron así rápido, quizás para dejarnos el mensaje de lo inevitable, para que podamos nombrarla sin tapujos como parte de este camino, después de todo solo una letra la diferencia de la palabra suerte..por algo será digo yo, que se me ha dado por andar pensando.

sábado, 9 de enero de 2016

BURBUJAS DE LUZ


Esto podría empezar así. Querido Diario, te he abandonado por un tiempo, pero acá estoy otra vez, con mis fuerzas renovadas,
Pero no, mejor no, en realidad tendría que empezar con...me iba a poner a limpiar, después de llevar a mis nietos a su casa y pasar por la de mi otro hijo a sacar al perro y cerrar las ventanas, pero ocurre que mientras cerraba las persianas, se me paso una frase idiota que había leído en facebook, así porque sí, porque a la puta frase se le antojó, y eso me dejo pensando, en tantas cosas, en tantas vidas, en tantos momentos, los que pasaron hace mil quinientos años, los que pasaron hace un ratito.
Pensaba en mis días en Buenos Aires, que corrieron veloces, hasta deshacerse como finos cúbitos de hielo a medio congelar, pensaba  en todas las emociones concentradas como flashes, que enceguecen, que dejan los ojos rojos, como fumados, momentos que arremeten con la fuerza de una ginebra en ayunas.
La presentación del libro en mi Wilde Natal, una tormenta, un huracán imposible de relatar, un club de barrio llamado Sicilia BEDDA, (Sicilia Bella en dialecto) con todos los aditamentos para filmar la segunda parte de Luna de Avellaneda y la esencia  de Cinema Paradiso, para vivir un momento como ese, para poder bailar con mi mamá en su silla de ruedas, mientras mi hermana y nuestra hermana-amiga de la infancia le agarraban las manos y la ayudan a girar, no hay forma de relatarlo, no podría tener subtítulos, ni se entendería en ningún idioma que no fuera el mio, el argentino.
Pero si soy absolutamente consciente, y lo entendí recién cuando cerraba las persianas de la casa de mi hijo, que para vivir esos momentos hay que generarlos, hay que trabajar duro y parejo, hay que forjar ese sueño en tu cabeza y hacerlo realidad, hay que buscar el modo, cerrar los ojos, soñar y accionar, en el medio de las batallas diarias, en el medio de la estupidez humana, del abandono, de las contiendas políticas, de la ingratitud, de la incertidumbre, en el medio de la precariedad económica y la desabrida rutina, hay que imaginarse que las cosas pueden ser distintas y procurarlas, y entonces aparecen personas increíbles, personas que no viste en tu vida, pero que se acercan, te sorprenden, personas que han estado ahí siempre y que reafirman que  para tener buena gente cerca, hay que trabajar duro, hay que soñarlo, hay que atesorarlo.
Nunca es fácil, hay que ensuciarse las manos, hay que meter los pies en el barro, hay que exponerse, estar dispuesto a que muchas personas que creías cercanas te desilusionen, te dejen tirado, hay que estar preparado para que te tienda una mano justo aquél con el que no contabas y habías pre-juzgado airosamente.
Hay que estar preparado para exponerse, para quedarse en pelotas, para que todos crean tener el derecho a opinar, a decirte como deberías haber hecho las cosas, a dejar el corazón y la sangre en cada entrega.
Para poder encontrarte con una amiga, con tu amiga, con esa persona por la que darías un riñón o un brazo o parte de tu hígado sin pensarlo ni un segundo, y caminar juntas unas cuadras, atravesadas por la muerte, la muerte puta de su compañero de vida, y hacerla reír, hacerla reír , sabiendo que en minutos entrarás en una casa donde él no está, donde él se fue para siempre, él que era su marido, pero también era tu amigo, un amigo que alguna vez en medio de una borrachera feroz, dijo "la verdad que Delfina , (su hija, mi ahijada) tiene mucha suerte de tener una madrina como vos", él, ese hombre parco y de palabras acotadas,él que no regalaba ningún sentimiento, dijo eso, y ahora no estaba. Digo que para poder hacer reír a esa amiga, tenés que romperte primero en mil pedazos, tenes que juntarte y pegarte con la gotita mientras vas en el bondi, y tenes que encerrarte a llorar en el baño, cuando subís y el no está.  Pero, también podes, evitarlo, podes protegerte, podes tener otras cosas que hacer y así cuidás  tu corazón para que dure, sí, para eso para que dure mucho mucho, intacto como una roca.
Yo no tengo idea que es la felicidad, creo que no hay una definición, porque básicamente aquello que anhelamos, deseamos e imaginamos, finalmente cuando llega, (siempre llega) dependerá de tantas cosas, será tan finito, tan real, tan instantáneo, que en general no tiene nada de mágico, también estará atada , esta,  tan ansiada felicidad a lo que hemos estado dispuestos a hacer para conseguirlo, a lo que dejamos en el camino y fundamentalmente a quienes estén a nuestro lado en esos momentos que perseguimos como burbujas de inmensa felicidad.
Para mí es como abrir y cerrar persianas, o mejor como encender las luces, muchas luces, y que todo se pueda ver bello, afable, luminoso, seguro! Las luces, son las vidas de los que amamos, son los seres que nos iluminan, los que hacen que nuestra felicidad, chiquita, efímera, difusa, sea posible. Con cada luz que se apaga, que se rompe, que ya no funciona, se nos va un poco de luz interior, se oscurece el alma, ya nunca más sentiremos que el ambiente es diáfano y menos que menos seguro.
Quizás la única opción posible sea, abrir persianas, dejar que entre la luz, y ser conscientes de esa lamparita que no enciende, dejarla ahí, mirarla de vez en cuando y trabajar, trabajar duro y parejo para fomentar pequeños momentos felices, quizás como estos que pueden ver en este vídeo, donde los entrañables de siempre unidos a  los inesperados afectos que supimos conseguir y alimentar, dicen presente, y con su propio brillo ponen luz, por un breve espacio de tiempo en las lamparitas quemadas.
LA Frase que se cruzó hoy en mi cabeza, decía algo así.
"SI TU FELICIDAD, DEPENDE DE LOS DE MÁS, NO ES TUYA"
(no la estoy juzgando, hay miles de frases hechas por ahí, solo que, se me cruzó así por la cabeza, sin motivo alguno, mientras cerraba algunas persianas)



https://youtu.be/hY9lxemD8pk