lunes, 7 de marzo de 2016

TIEMPO DE ESTAMPIDAS




Escribe Kety Mangione
Post. K.M. 07/03/2016


Andaba yo estos días y desde hace unos cuántos más, pensando seriamente en la muerte, no con miedo ni con agobio, solo pensaba con esa certeza que quizás tenemos los descreídos de dioses y de cielos, los que de tanto ver el puñal de la maldita vendeta, aprendimos que no hay edad, ni motivo, ni acierto fallido que detenga el filo de su hoja, ese filo entrando en la carne tierna con la impiedad del marcado destino.
Andaba yo hablando con gentes de todos los países donde mis pies han pisado en estos últimos meses, justamente don Destino se me había adelantado, llevándose amigos, primos hermanos, hijos de amigos que no habían ni siquiera decidido si creer en el destino o creer en dioses de pacotilla, y viendo como los viejos, son cada vez más viejos, los jóvenes cada vez mas absurdos y los adultos cada vez más estúpidos, no todos ni todos a un tiempo, pero según mis ojos cansados de ver tanta contienda inútil, me lo muestran todo aún más caótico, si eso es posible.
En esos andares me fui perdiendo en los recuerdos, en la medida que voy sumando años, asomándome a la temida vejez, hoy disfrazada de un halo de modernidad y juventud, que nunca parece tanto y siempre es realmente mucho, decía, que en esa rara medida, cada vez me adentro más en los juegos de la infancia, en los aromas de las flores mojadas de los patios vecinos, en las golosinas del kiosco de la escuela, en la cascarilla con galletas Colegiales en la merienda del turno intermedio, donde los tiempos eran eternos, el reloj corría en cámara lenta, con un tic tac adormecido, solo eran rápidas y tempranas las mañanas escarchadas, las noches de sabanas congeladas casi mojadas, que mitigábamos con ladrillos calientes y bolsas de agua hirviendo, las noches eran largas, llenas de ruidos tenebrosos y sin embargo todo era posible.
Andaba y ando yo pensando en esas cosas, cada vez más, aferrada a esas miradas que silenciaban, a esas conversaciones entre vecinas que escuchaba agazapada hasta que me descubrían y me quedaba con la mitad de la historia, que después contaba completando las frases con mi imaginación exacerbada, las voces chillonas en sus dialectos cerrados, los olores a vainilla a leche hervida y volcada, el patio damero, la ropa blanqueandose al sol, todo eso me ronda la cabeza, en estos tiempos apurados, donde podemos contar un par de meses de viaje, desde el aeropuerto a casa, no importa si estamos a 15 minutos o 1 hora de distancia, alcanza ese tiempo para pincelar todas las vivencias, rápido, conciso, hemos ido eliminado la maravillosa costumbre de contar historias, de contar sueños, olvidamos hasta las pesadillas porque no hay a quién contárselas, nos levantemos solos ó acompañados, no hay tiempo, todo se interrumpe como si las conversaciones fueran atravesadas por una bandada de toros salvajes y luego, entonces, la manada se lleva toda la atención y el hilo no se retoma, lo que no se dice se muere, se pierde en un hueco del espacio, no esta en ningún lado y uno se queda como si lo vivido nunca hubiese pasado, algunas fotos harán el tan temido RESUMEN, de lo vivido, de lo viajado, de lo abrazado, de lo reído, sobrarán 10 minutos para posar nuestra vista en cada imagen, en cada sonrisa, ya no tenemos ni el consuelo de mirar el tedioso álbum o el vídeo del viaje, ya nadie se reune a contar historias, porque las historias ya son viejas antes de ser historia, hay que obviar detalles, hay que ir al grano, hay que documentar.
Andaba yo pensando, que bueno debe ser crecer con un abuelo, con un tío, con un primo, que unas manos cariñosas te abracen, te consuelen, te justifiquen, porque para ser huérfano no hace falta perder a los padres o criarse sin ellos, mi hermana y yo hemos sido huertanas de unos abuelos, que quizás yo estoy idealizando por no haberlos jamás conocido, pero no me importa, los idealizo porque tengo la certeza que nuestras vidas serían hoy muy distintas con ese acopio de amor, con esas palabras amorosas, con ese voto de confianza, pensaba en acurrucarme en un regazo con olor a pan tostado, a jabón federal o esconderme entre las piernas fuertes de un abuelo protector, cuando se veía venir como un derrumbe inminente la lluvia de golpes, el tirón de pelo, y los improperios abundantes y generosos que venían a mostrarnos que no todo era tan feliz como nuestras horas perdidas en las calles del barrio.
Andaba yo pensando, que el mejor tiempo es el perdido entre charlas y palabras sueltas, inconexas, interrumpidas por el alboroto y el apuro de querer contarlo todo, sin orden, sin cronología, sin que todo sea tan cierto, ni tan contrastable, pero que tenga la cuota justa de magia, para detenerse a suspirar, a pedir que se amplié ese párrafo, a reír por la exageración y llorar por la devastadora y estricta realidad.
No hay tiempo, hablar de la muerte espanta, como si no nombrarla fuera suficiente para justificar nuestra desidia. Yo ando pensando en la muerte, porque? Porque eso me hace sentir viva, vulnerable, presente, no sabré yo cuando esto se termine, no quiero vivir pensando que soy eterna, juntando bienes materiales, padeciendo por todo lo que me falta, prefiero pensar en la muerte, que ha sido tan generosa que me ha dejado llegar hasta aquí y salir corriendo cuatro días a regodearme en los aromas y sabores de la tierra de mis padres, mientras estiramos las horas hablando hasta el astió de tantas historias propias, donde si estaban mis abuelos y mis tíos, donde la vida sigue siendo una celebración que se ejecuta alrededor de una mesa, comiendo y tomando vino casero, porque todo se dispone cuando uno llega y no dudo que se desarma un poco cuando uno se va, pero esos ratos, esas charlas, esos momentos son los que te alejan de la muerte, en la que pienso todo el tiempo, porque quiero sentirme viva, porque quiero curar mis heridas, dejar de vivir en el aire entre mi patria, que no es otra que mi barrio y mi gente y esta tierra donde ahora vienen a dar mis huesos, sí ando pensando en la muerte, en los que se fueron así rápido, quizás para dejarnos el mensaje de lo inevitable, para que podamos nombrarla sin tapujos como parte de este camino, después de todo solo una letra la diferencia de la palabra suerte..por algo será digo yo, que se me ha dado por andar pensando.