martes, 21 de septiembre de 2010

RAYITOS DE SOMBRA


















NEGRO INMACULADO.
Re-edición 22.11.2016


Ella llego tarde, aunque no a propósito, pero estuvo mucho tiempo
frente al espejo, se cambio veinte veces de ropa, se levantó el
pelo,se miró como por primera vez, con ojos desconocidos y lucidos,
no le gustó, busco el peine como quien busca a una amiga que le de
un consejo, se miró otra vez y se le agrandaron las pupilas de tan
llenas de lágrimas, se apuró todo lo que pudo, miró una
y otra vez el reloj que estaba en la pared, pensó en arrancarlo
para que no la delate, pero el miedo de ver el circulo en la pared
la paralizó, se paró junto a la ventana, la mirada se perdió turbia
y confusa, el la estaba esperando solo a unas pocas cuadras de
ahí, lo imaginó molesto y nervioso porque ella no llegaba, tenía
que definir ya!!, pero no recordaba como hacerlo. Por eso llegó
tarde, porque no quería llegar, no quería verse en los ojos de él
y que le pasara lo mismo que con el espejo, tenia miedo de no
reconocerse.

El estaba como siempre, con su cigarrillo eterno y ese rictus
entre triste y cínico que ella conocía y descifraba como nadie,
pero sabía perfectamente que si había algo que él no soportaba
es que ella lo adivine.

No se disculpó por la tardanza, para que? Solo hubiese servido
para empezar una discusión sin sentido, el ya estaba molesto,
solo necesitaba un motivo nuevo para distraerse del verdadero y
ella ya no tenia fuerzas ni ganas para seguir peleando, el no se
lo merecía, ella tampoco.
Se saludaron con un beso rápido, decidido, los dos bajaron
la mirada, los dos hablaron al mismo tiempo y se callaron al
unisono, ella pidió un cortado haciendo un gesto con el pulgar
y el índice e imitando una tijera, el sonrió, siempre le había
impresionado la rapidez con que ella hacia las cosas y la
precisión para expresarse con cualquier parte del cuerpo, sí
con cualquier parte.
Ella lo miró, así sin más, y sintió que se le caían todos los
argumentos , que nada de lo que tenía pensado decirle tenía
sentido alguno, él lo intuyó y le agarró las manos, se las
acarició como quien acaricia las propias, sin más intención
que provocar un contacto genuino y familiar, ella no pudo
evitar las lágrimas,el le soltó las manos, no podía soportar
el peso de esas lágrimas.
No podían hablar, estaban juntos desde siempre, desde antes
de ser ellos mismos, lo habían compartido todo, se habían amado
por todas partes en todos lados, habían comprado un montón de
cosas , eléctricas, a pilas, sin pilas y sin electricidad,
útiles,inservibles, discos, películas, porros, consoladores,
él le había comprado lencería erótica y ella parches para que
no ronque, habían intercambiado saliva, mocos, flujo, pelos,
semen y todo tipo de fluidos,habían ido juntos a todos lados
y solos a ninguna parte, habían adoptado parientes,perros,
canarios, habían vivido en muchas casas y en muchos
barrios hasta que finalmente construyeron un hogar, y él
le había sacado mil fotos cuando el primero de sus hijos se
instalo en el vientre de ella, el había disimulado cuando ella
no podía controlar los gases y le había sostenido fuerte las manos
en la sala de partos, casi tan fuerte como intento sostenérselas
ahora y sin embargo ahora no podía decirle nada, ella lo sabía
y también se acordaba como él cayó en picada cuando ella volvió
a embarazarse y el se quedo sin trabajo, ya no
podían mirarse a los ojos, los tenían como persianas entornadas,
las frases empezaron a ser como dardos envenenados, el sexo se
volvió silencioso, hostil, descarnado, no hablaban ni antes ni
después de hacerlo y tampoco se besaban en la boca, era como
hacer equilibrio, embocar sin tocar, los orgasmos se volvieron
espasmódicos débiles y desabridos, los ecos de otros amores
vividos por ellos, ahora sin ellos se acallaban con cada
embestida y así se fueron secando, hasta que un día el se volvió
una sombra y ella un sol opaco de ocaso que hacia que la sombra
se propague y se agigante con su sola presencia.
Ella no quería no amarlo y él odiaba amarla todavía, pero se hizo
imprescindible soñar con otras manos que no eran más que las
propias pero antes del diluvio que se llevó todo lo que eran el
uno en el otro, se hizo desesperante extrañar todo lo que eran
cuando eran sin forzarse a ser y empezaron a molestarles todas
las cosas que compraron juntos que no sabían ni podían compartir.
Se fueron consumiendo de amor, se arrancaron la esperanza,
se despellejaron hasta quedarse en carne viva, se recocieron
miserables, tacaños, hasta tal punto que un día el no se vio más
ni en su sombra y ella dejo de asomarse para proyectarla.
Entonces el se fue sin su sombra y se cogió a todas y a ninguna,
con premura, con rabia, con ira, buscando una y otra vez
encontrar lo que había perdido en ella, consciente de que
no la extrañaba tanto a ella como extrañaba lo que él era dentro
de ella.
Ella reacciono rápida y febril, cambio muebles de lugar, tiró ropa
y compró ropa, se mudó de barrio, se cambió el peinado, engordó
adelgazó y cogió poco y mal, los sueños se volvieron pesadillas
la cama le quedo grande, hasta que un día, por casualidad se dio
cuenta que el ocaso de su sol no lograba proyectar ninguna sombra.

Entonces ella lo llamó, se citaron en el café, ahí a unas pocas
cuadras de la casa que ahora era de ella, y por eso llegó tarde,
porque esta vez resultaba imprescindible darse tiempo, para que
él recuperara su sombra y ella la pudiese proyectar.
Después quien sabe no? Quien puede saber....


**la pintura que ilustra este cuento es obra de AUGUSTO MARTEAU
PINTOR ARGENTINO (1908-1981)
*** la foto es de una pareja en la puerta de un bar en plaza Dorrego.