martes, 30 de enero de 2024

Arrorró conciencia

 Que querrán decir los que dicen, me preguntaba el otro día frente al inquietante espejo, _duermo con la conciencia tranquila?-  Que frase mas idiota puede haber, o más osada y remanida.

 Porque mientras escupía la espuma azul del dentífrico blanqueador de mi boca, con esa imagen leve e intimamente rídicula, que el cristal me devolvía, yo seguía con la pregunta, como si en ello me fuera la vida.

Que es, que quiere decir? quién no tiene y no digo en toda una vida, si no en el día a día , una miseria, una mentira, un olvido o un acto de obscena cobardía, tolerado o concedido?

Solo el niño, creo, que si lo dejan será y hará todo lo que necesita para ser atendido y entendido, con maldad, con pericia, con astucia, gritando a voz en cuello hasta lograr su cometido, peleando a muerte con sus amigos, hermanos o primos, para luego hacer las pases instantáneas , cuando aparece un adulto entrometido.

Solo ellos podrían aplicar esa frase, que desconocen, hasta ser mayores y transformarse en personas politicamente correctas y aburridas.

Para casi todos, el trabajo diario,  de dejar que la vida transcurra  dentro de la fachada que exhibimos ,es suficiente y el plácido sueño llega, porque lavándonos las manos no vemos las manchas en la temida conciencia.

Para ser dignos de este corto plazo que es nuestra existencia, no tendríamos que esforzarnos tanto 

por mostrar tanta cordura.

No hay ni habrá otra oportunidad de vivir un solo día, que no sea el momento presente, no basta con los diez mandamientos, ni con cadenas de oración o prejuicios divinos juzgados en camisón.

Basta con aceptar nuestros propios demonios y dejar volar nuestra imaginación, permitirnos para con otros la compasión y ser despiadados con nosotros si amerita la ocasión.

Es mejor que el sueño llegue tarde o pasar noches en vela, que adormecer la conciencia a la fuerza y subestimarla, como si no fuese nuestra.



Los huesos del alma.

 En estos tiempos de oquedad, tan falsamente iluminada, donde pareciera que el alma

para subsistir tiene que ser vaciada.

Como si fuese la casa de la niñez, cuando nos toca la ardua tarea de ser arqueólogos

de nuestra propia historia, remover la tierra y encontrar huesos intactos y retazos de piel ya 

desangradas.

Podemos hacerlo con maestría y cálculo académico , ser profesionales y meticulosos

en el trabajo de aseo. Pero no podremos evitar que el alma vuelva a sentir y se traslade

a esas tardes invernales, todos reunidos al calor del brasero.

Vaciar el alma de tanto recuerdo, a veces mal parido, que no quiere ni puede ser huido.

Es como encontrar esa foto en  blanco y negro, ya gastada y amarilla, sin sentir ese nudo en

la garganta , y que no nos  tiemblen las rodillas.

Vaciar el alma es como vaciar el hogar sencillo, donde crecimos, y descubrir en los

cajones derruidos, todos esos tesoros que yacían escondidos, el botón de una camisa,

la aguja y el dedal, que cosían  los remiendos y las costuras del impoluto delantal.

Debatirse entre lagrimas , con la pregunta latente, si esto se ha de guardar.

Los muros de esa casa, que solo han sido un hogar cuando tenía alma, de padres, de

hermanos y fiestas de guardar, esas que nos ahogaron o nos dieron alas para volar.

Más cuando llega el día, que nos toca el inventario, ya no la vemos como entonces,

una guirnalda plateada, una tijera oxidada, pueden disparar como un arma con munición

pesada, y seguramente llevaremos las manos entrelazadas al pecho, para protegernos de las

balas que que vacían recuerdos, porque de eso vive el alma, que aunque no puede ser tocada,

es poderosa e inmensa, porque de todo lo que amamos, esta habitada.


jueves, 25 de enero de 2024

LA MECHA CORTA, Y EL HUMOR INTACTO.

 Cosas tontas y no tanto, que me sublevan en  en esta etapa casi anarquista de mi vida, que nuca hubiese imaginado que iba a soportar o callar, las miro con lupa, por si encuentro algún rasgo mío en ellas, para poder extirparlo a tiempo, no siempre lo logro, pero de verdad lo intento.

Son cosas chiquitas, que me incordian, como ese trocito imperceptible de comida que se mete entre los dientes, y no hay imagen o conversación, que nos pueda distraer de esa incomodidad. a saber:

Los que ponen comillas, escritas o marcadas con los dedos, muchas, tratando de hacernos entender algo que parece no entendimos, o algo que solo ellos saben bien, y nosotros ni idea. Los que gritan escribiendo, todo en mayúsculas, los que preguntan pero no te dan opción a la respuesta, los que te hacen después de no verte por mucho tiempo un multiple choice, los que piden un favor y lo acompañan de si no podés no importa, cualquiera que no sea mi nieto que me llame abuela, los que transforman tu anécdota en la suya, 

los que van a comer y piden la cuenta por separado, los tacaños que no admiten que lo son, aquellos que no le alcanzan los platos a los que los atienden, y dejan propinas miserables y obvio los que no dejan propina. Los que cuentan historias no vividas, los que buscan la palabra olvidada y paralizan la charla, los optimistas con lo ajeno, y los que hacen cuentas del rendimiento de cualquier negocio, que no es el suyo, esos que te dan la mano, como si estuviesen tocando caca, los que comen y hablan en diminutivo, esos me desquician,  Los que no saben su número de documento, los que pronuncian mal los nombres y los apellidos, (en la misma lengua )  los que se mimetizan con el lugar de turno, los que pierden el acento, los que saben todo de todo y de todos, los que no hacen el menor esfuerzo por adaptarse, los que dicen vengo y están yendo, los que anteponen el me, (el nene no me come)  y ni hablar de los que dicen me se y no se me..ufff esos si me desatan bajos instintos, y los que chapean profesión.

Pero por sobre todas las cosas detesto al mentiroso que se cree sus propias mentiras, esos seres que no entendieron, lo fascinante de una mentira, que sea creíble y que solo nosotros  sepamos que no es verdad, y tengamos el buen tino de saber como y a quién contar.

Ya tu sabes, algo que ni google pueda demostrar,

 

domingo, 21 de enero de 2024

NO SE COME TAN CALIENTE, COMO SE COCINA.

 Sería tan fácil que ya no  nos importasen  las respuestas, a esas preguntas que tanto nos atormentaron, y dejar que se mesan  en una cuna, hasta que caigan de sueño rendidas. Así  no esperaríamos , lo que a ciencia cierta sabíamos, porque aunque fuesen respondidas, no cerrarían grietas y agrandarían heridas. 

Sería tan maravilloso tener esa capacidad de liviandad, y depositar todo en el otro, como si de un recipiente de deshechos se tratase y tirar ahí toda la culpa, todo el dolor y el desamor, y hacerle después un nudo y arrojarlo al contenedor..

Que bueno y saludable, sería poder aplicar esa filosofía a la carta, del cuídate, priorizate,   inyectarla en vena y dejar de oír el martillo que golpea sin sangrar el hueso que se resiste a quebrar. 

Sería tan de agradecer que se silenciara esa voz intensa que grita en las vísceras , no lo hagamos, no claudiquemos y  ahí estamos, volviéndolo a hacer, sin atender a razones que nos ayuden a encontrar un segundo sin agitaciones, y  dejarle al tiempo que haga lo suyo, y nos conceda el beneficio de la resignación, para que   el silencio, ese que nos regalan, no nos aturda, y poder encontrar dentro lo que el afuera no nos dio.

Sería tan fantástico, tener la receta,( para no pensar, para no desear, para conformarse, para justificarse) y una vez bien  aprendida servirla en bandeja, con una cínica sonrisa, sin ansia, sin prisa, olvidando que no es comida lo que necesita el alma, sino una caricia.



domingo, 14 de enero de 2024

Yendo al encuentro.

 Me voy a ir despacio, me voy a sacar los zapatos para que no se oigan mis pasos cuando me este yendo.

Para que el eco de la suela en el mosaico se diluya, como una gota de rocío en un estanque.

Me voy a ir sin avisar, porque cuando uno avisa, está esperando de algún modo que lo detengan, que le digan cuántas buenas razones tiene para quedarse y reclamar unos te quiero a destiempo, que ya no importan, porque el ruido que precedió  al silencio descalzo, los eclipsó.

Me voy a ir de esos lugares ausentes de mí, donde imploré que me acepten y descarté toda forma de no adaptarme.

Me voy a ir , porque la única opción de despedirme de quién no puede ni quiere entregarse, es sin palabras, sin vivir la despedida, porque si el otro no quiere despedirse, es porque nunca estuvo preparado para quedarse.

Hay que saber irse, dicen, de aquellos lugares donde ya no nos quieren, o nos quieren mal, y saber quedarse donde aún sin ruidos y sin estridencias, nos esperan, y que no nos necesiten para nada, pero nos quieran para todo.

Voy a ir desapareciendo en puntas de pie y conteniendo el aliento, hasta que sea imprescindible respirar,

haciendo equilibrios con los zapatos en una mano y buscando apoyo en una imaginaria pared con la otra y si es necesario, saldré en cuatros patas, con la cabeza gacha, y cuando pueda ver que estoy a salvo, respiraré a boconadas el aire que percibo, levantaré la cabeza y la mirada, me pondré los zapatos y ya no me asiré a imaginarias paredes. 

Será mejor llegar tambaleante al lugar indicado, donde no dudo, habrá manos generosas que querrán sostenerme , que permanecer silenciosa esperando que, quién no me busca, pueda encontrarme.


lunes, 8 de enero de 2024

HASTA QUE EL OLVIDO NOS SEPARE.

 

En este desamor, que me ha encontrado con la guardia baja y la moral cansada, como si anduviese por ahí caminando con la ropa mojada, he decidido irme de a poco, como si de un alzheimer prematuro se tratara.

Me iré un poco hoy que es domingo, y quizás vuelva el jueves o el viernes, sabiendo que así habré avanzado unos días hacia mi meta de olvidarte.

Me iré convirtiendo en un hilo conector que llegue hasta vos y así vayas olvidando mi risa de tu frágil y selectiva desmemoria, y de paso los te amo, que se impregnarán de telas de araña y se arrumbarán junto a la cortina a cuadros, que tu mujer tiene en la ventana de la cocina.

Y el hilo pasará por sobre mis besos interminables, que alguna vez dijiste, serían eternos y se volverán en tu no recuerdo, secos, cortos, desvaídos y muertos de frio, anticipando un invierno gélido y sombrío donde mis brazos ya no te darán calor, ni aliviarán tu temblor cuando te sientas caer al vacío, y no recordarás el olor de mi voz, ni mis gritos encendidos.

Ya no te haré falta, y mi alzheimer elegido, será el que lo logre , porque habrás aprendido a escuchar otro olor y le hablarás a otro cuerpo que no es el mio.

En ese preciso instante sabré que me he  ido del todo, con la certeza de que estarás bien.

No le daré importancia a la mitad de mi alma, que vagará extraviada entre lagunas de todo lo que no hiciste, con tanta perseverancia.

Quizás perderme de a poco, los días impares, al principio, y los pares después, sean los que me lleven a olvidar el camino de vuelta y ya no preguntaré más, porque no pude ser menos intensa. Aunque ya se la respuesta.

De que nos hubiese servido la calma, en tamaña tormenta.

No pudimos salvarla, ni atravesarla, no bastaron mis alaridos, ni los pedidos de auxilio ni el rugir de las alarmas.

Es mejor que me vaya de a poco, la cabeza en enero y las piernas en marzo, y cuando ya no quede nada, estaré tranquila en septiembre, caminando por una playa soleada, y si te cruzás por mis ojos, no te voy a reconocer, porque vos ya me habrás olvidado en verano y yo en otoño también.