Corren ríos de palabras, certeras, apuradas, contundentes, en los
libros de autoayuda, en las charlas motivadoras, de un mundo
occidental con estómagos llenos y cerebros enfrascados, calcos
de viejos refranes, que nuestros padres recitaban como un mantra,
se atosigan en redes sociales, disfrazadas de versos, casi poéticos.
Tu vales, tu puedes, tu eres tu propio altar, tu universo celestial.
Palabras que tapan realidades ardientes de nieve, convirtiéndolas
en imágenes con relieve, no dan tiempo a respirar, a leer entre líneas,
cada una se ajusta a nuestro talle y nos envalentona brevemente, nos
lanza a un pensamiento oculto, pero siempre latente.
Salta, te dicen, suelta, te gritan, ese trabajo que te agobia, esa relación
que te ahoga, te cuentan historias de vidas superadas, de entornos idílicos
de casas soñadas, mientras nos inducen a hacerlo solos, siendo nuestro centro
nuestra conciencia despierta, preparada para lo nuevo.
La luz al final del túnel, el pequeño movimiento al fondo del pozo, que
inevitablemente te lleva hacia arriba.
Pero la autoayuda no te enseña, como quitarte la tierra de encima, por
mucho que patalees con luz de frente, contra la corriente, cuando la vida
te golpea, justo ahí, bien abajo y sos padre de tus padres, o te toca acunar a
tu hijo inerte, de todo se sale, se sigue viviendo, te dicen orondos, mientras
en vida vas muriendo. Hay tanta soledad por ahí latiendo, y sin embargo
todo parece tan fácil, tan al alcance, que nos sentimos idiotas,
inútiles, cobardes, cuando nuestras venas se tensan de pánico, ante el abismo
que nos amenaza implacable.
No te rindas, busca ayuda, ponete las pilas, esto también pasará, como el
tren de Martín Pescador, y el último quedará, recita el Best Seller de turno.
Las cuentas se llenan de ceros a la derecha, de quienes con éxito literario
o de taquilla, llegan a sus metas. Las nuestras parecen, débiles, flacuchas,
enclenques y desgarbadas, llenas de ceros a la izquierda, por nuestros
desatinados e irresponsables actos de arrojo cotidiano.
Y entonces no hago más que preguntarme, si hay poesía en la autoayuda,
tan sólidamente construida, y creo que no, que los poetas andamos siempre
volados, todo nos toma desprevenidos, despeinados, atolondrados, con los
valores cambiados, y contrariados por el amor, el dolor y la soledad, todo
nos atraviesa, nos transforma, y no tenemos idea como ayudarnos, ni infringir
ayuda asistida, como podríamos? si siempre vamos partidos en dos, caminando
con el corazón en llamas, y no tenemos cerebro, solo unas neuronas que bailan
a su antojo y laten en el alma confundidas.
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