viernes, 16 de julio de 2021

Ayuda a la carta.

 

Corren ríos de palabras, certeras, apuradas, contundentes, en los

libros de autoayuda, en las charlas motivadoras, de un mundo

occidental con estómagos llenos y cerebros enfrascados, calcos

de viejos refranes, que nuestros padres recitaban como un mantra,

se atosigan en redes sociales, disfrazadas de versos, casi poéticos.

Tu vales, tu puedes, tu eres tu propio altar, tu universo celestial.

Palabras que tapan realidades ardientes de nieve, convirtiéndolas

en imágenes con relieve, no dan tiempo a respirar, a leer entre líneas,

cada una se ajusta a nuestro talle y nos envalentona brevemente, nos

lanza a un pensamiento oculto, pero siempre latente.

Salta, te dicen, suelta, te gritan, ese trabajo que te agobia, esa relación

que te ahoga, te cuentan historias de vidas superadas, de entornos idílicos

de casas soñadas, mientras nos inducen a hacerlo solos, siendo nuestro centro

nuestra conciencia despierta, preparada para lo nuevo.

La luz al final del túnel, el pequeño movimiento al fondo del pozo, que

inevitablemente te lleva hacia arriba.

Pero la autoayuda no te enseña, como quitarte la tierra de encima, por

mucho que patalees con luz de frente, contra la corriente, cuando la vida

te golpea, justo ahí, bien abajo y sos padre de tus padres, o te toca acunar a

tu hijo inerte, de todo se sale, se sigue viviendo, te dicen orondos, mientras

en vida vas muriendo.   Hay tanta soledad por ahí latiendo, y sin embargo

 todo parece tan fácil, tan al alcance, que nos sentimos idiotas,

inútiles, cobardes, cuando nuestras venas se tensan de pánico, ante el abismo

que nos amenaza implacable.

No te rindas, busca ayuda, ponete las pilas, esto también pasará, como el

tren de Martín Pescador, y el último quedará, recita el Best Seller de turno.

Las cuentas se llenan de ceros a la derecha, de quienes con éxito literario

o de taquilla, llegan a sus metas. Las nuestras parecen, débiles, flacuchas,

enclenques y desgarbadas, llenas de ceros a la izquierda, por nuestros

desatinados e irresponsables actos de arrojo cotidiano.

Y entonces no hago más que preguntarme, si hay poesía en la autoayuda,

tan sólidamente construida, y creo que no, que los poetas andamos siempre

volados, todo nos toma desprevenidos, despeinados, atolondrados, con los

valores cambiados, y contrariados por el amor, el dolor y la soledad, todo

nos atraviesa, nos transforma, y no tenemos idea como ayudarnos, ni infringir

ayuda asistida, como podríamos? si siempre vamos partidos en dos, caminando

con el corazón en llamas, y no tenemos cerebro, solo unas neuronas que bailan

a su antojo y laten en el alma confundidas.







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