lunes, 1 de febrero de 2021

OSCUROS DESTELLOS.

 

Nunca estuve tan pérdida, tan distraída.

Nunca estuve tan ausentemente presente

ni tan atenta e inconsciente, los días se me

escurren de las manos, quiero todo, atraparlos

anhelarlos, tragarlos, devolverlos y devorarlos.

Quiero asomarme, entrar, cavar y llegar al fondo

quedándome solo en la superficie.

Nunca estuve tan rota, tan diezmada, tan absurda,

simple y complicada, tan entera en mis pedazos

que se yerguen como lazos, que atan y desatan,

me reviven y me matan.

Nunca tuve tanto miedo, tanto

pánico, mezcla de adrenalina, laxitud e ignorante

sabiduría.

Siento que sería capaz de saltar en paracaídas, con

la certeza de que no se abrirá y así y todo caería de

pie en suelo firme.

Nunca antes experimenté como el aire entra y sale

de mis pulmones, con una nitidez tan genuina de

saber que eso me mantiene viva.

Las imágenes se me van revelando como fantasmas

que toman forma, ya puedo hablar con los muertos

o los que están por nacer.

Escucho como me susurra el viento mientras el sol

se cuela por mis tendones.

Nunca me importó todo tan poco, sabiendo al mismo

tiempo lo mucho que me importan pocas cosas

Vivir así en una burbuja, que se va pinchando mientras

camino y quedarme quieta en el momento justo, para

que no ceda, para que se ajuste a mi respiración.

Nunca me fue tan ajena la indolencia, que no tiene

remedio ni coherencia.

Y sin embargo, la intuición se acelera, la mirada se

agudiza, puedo sentir el golpe de la caída libre, aún

sin moverme, y divago entre hacer y decir y me pierdo

en sensaciones, en percepciones, en palabras que

aparecen como duendes poseídos.

Nunca quise tanto estar viva, sin que me importe mi

propia muerte. Solo la ajena que me pertenece, sin

poner en otras manos, mi magro destino, y solo

abandonarme a ser dueña de cada paso fallido.

Nunca estuve tan aterrorizada, tan eléctricamente paralizada

en el instante presente, como para saber que es saltar al

abismo y que nadie me lo cuente.

En esta débil línea que me encuentro, en la dicotomía del

amor que si no muere, mata, que vuelve del pasado y late

en presente, en esa disyuntiva de perderlo todo o apostar

deliberadamente lo poco que queda, sin encontrar el

equilibrio, que nunca tuve y nunca busque, voy eyectada con

esa necia seguridad, de que ya no quiero aferrarme a lo perdido.

Nunca lo pensé así, pero ahora sé que puedo intentar volar

hasta conseguirlo.

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