sábado, 12 de marzo de 2022

MAS QUE NUNCA, NUNCA MÁS.

 

“Quiero saber, siempre habrá una luna de polvo y huesos para mí ,si no he de tener un sol

este será mi último vuelo, en mi última venida a los cielos(.....)

tu hijo es hombre, tiene perros clavados en las ingles, de negras cabezas, sin embargo

pobre te pide a tropezones, ya nada más, un solo día madre (….)

Palabras Escritas por Ignacio Ikonicoff a su madre, luego de haber sido secuestrado el 12 de junio de 1977, junto a su esposa. Tenía 35 años. No hay testimonios de su paso por un centro de detención, están desaparecidos desde entonces. Junto con los poetas, filósofos, periodistas y escritores. Agustina Muñiz Paz, Ana María Ponce. Roberto Santoro, Francisco Urando (muerto en combate) Rodolfo Walsh (secuestrado y desaparecido el 26.3.1977). Entre otras miles de almas.

Sus cartas y testimonios, fueron hallados y recopilados en el año 2005, casi 30 años después de su desaparición.


Durante los años ·70, en nuestro país, el cielo dejó de ser celeste, con nubes blancas, para convertirse en un permanente firmamento plomizo, negro, un agujero infinito, donde cada destello de sol era aniquilado, consumido. Aunque conscientemente, no todos podíamos advertirlo, confundidos unos, influenciados y divididos otros, entre el “algo habrán hecho” y la obediencia debida, creíamos (porque no pensábamos) que la violencia se combatía con más violencia y que la disciplina y el silencio (que era salud) forjaban hombres y mujeres de bien.

Aún en estos tiempos, casi 50 años después o 500 según como se mire, discutimos si fueron 7000 o 30000 los desaparecidos, con tanta indolencia como liviandad.

Pero lo cierto es que a los dictadores, a los tiranos, no le gustan los poetas, ni los artistas, ni los que piensan o se resisten a la intransigencia de lo tangible.

En aquellos años de plomo fueron desaparecidos casi 150 escritores, muchos de ellos poetas.

Será quizás porque las palabras son más potentes que las balas, más convincentes que la tortura y más sanadoras que la medicina. Será porque se puede ametrallar un cuerpo, pero no se puede matar el alma. Será porque la palabra trasciende más allá de la muerte y deja un rastro atemporal que jamás desaparece? Si no fuese tan demencial, tan inaudito y desgraciado, que la humanidad sea inducida a aniquilar su pensamiento, para actuar en masa, en nombre de dioses, lideres mesiánicos o dictadores de turno, sería hasta tierno e infantil, que hombres y mujeres tan poderosos, le teman a los poetas, a los escritores, a los artistas y a cualquier ser viviente, sensible y con pensamiento propio. Que nunca más se acallen las voces de nuestro pueblo, que nunca más cerremos los ojos y el corazón. Que nunca más nos sometan al olvido y nos hagan desaparecer el alma.

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