domingo, 20 de marzo de 2022

LA GUERRA DE NADIE.

 

Cuando hablamos de la guerra de nuestras Islas Malvinas, los que hoy tenemos más de 50 años, no sabemos muy bien como enfocarla, si desde un contexto político, en medio de una dictadura que expiraba y que lo mismo un día apaleaba en plaza de mayo a manifestantes, que gritaban a voz en cuello “el pueblo unido, jamás será vencido”, que al otro se alzaba en los balcones de la Rosada, arengando a esos mismo manifestantes, para que combatan y luchen en una batalla campal, desigual, demencial y malparida, con el caliente y patriótico discurso del dictador de turno, que vociferando y envalentonado por el baño de masas, prometía recuperar las Islas, con la valentía pusilánime que le otorgaba un ejercito envilecido de poder mal sano, acostumbrado a ser convincente y obsecuente, no se le movía un pelo al decir, “que vengan los ingleses, no le tenemos miedo, les presentaremos batalla” . Y así la locura colectiva, junto con el espíritu patriota, convergieron para que unos chicos inexpertos y asustados, pero que por primera vez eran tenidos en cuenta y sacados del fondo del mapa, marcharan hacia un destino de desatino absurdo y absoluto.

Todo era una gran kermesse, los medios enardecidos, incitaban al despropósito, las mujeres tejían mantas y bufandas, para unos soldaditos, que en su casi totalidad, venían de provincias como Catamarca, Jujuy Corrientes, con climas antagónicos a los de nuestro Sur, tan gélido y árido como inhóspito, por lo cual esas magras mantas y bufandas tejidas a 2 agujas, (de llegar a tiempo) hubiesen sido una curita, para soldar una fractura expuesta.

Entre tanto nuestros hombres, niños todavía, ateridos de frio y dolor, morían por la Patria, invocando a sus madres a gritos desgarrados, esquivando misiles y bombas con las manos congeladas, hambrientos, solos, heridos, resistiendo. Por ahí y por allá, la izquierda, la derecha, Pinky e Ignacio Copagni, las damas desprendiéndose de sus joyas como en 1810, pero en vivo y en directo, y la sangre inocente manchando las manos de todos. Cientos de adolescentes envueltos en banderas, sin nombre, porque muchos no llegaron siquiera a ser nombrados.

Que pasó? Que nos pasó? En cada uno de estos héroes póstumos, había un corazón que dejo de latir, aún en aquellos que volvieron con vida. No hubo compasión para esas almas dolientes, que quizás nunca supieron porque y por quién luchaban.

Siempre recordaré las palabras de mi padre, aquel 8 de abril de 1982, en una reunión familiar, donde todos alardeaban del orgullo de ser llamados a combatir, él,  un tano del sur, que había sido prisionero nazi y que nunca hablaba de esa experiencia maldita, golpeó la mesa, nos miró y dijo.

Son una manga de imbéciles, no se puede festejar una guerra! No tienen idea lo que es una Guerra!

Y no, no teníamos ni idea.


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