martes, 7 de junio de 2022

ESE MALDITO MOMENTO

 

Todo tiene su momento, su lugar, ese espacio justo y diminuto, donde entran todas las emociones, no hay otro similar, aunque repitas una y otra vez las experiencias, como calcadas de un patrón inevitable, aunque te obligues a convencerte de que no es este, si podés respirar con el alma, pensar con el corazón y despegarte volando al ras del suelo, volverá a suceder, ese instante, ese diminuto instante, en que podés percibir lo infinito, sentir como el aire entra y sale, exaltado, galopando, haciendo que te lleves las manos al pecho, para que no se te escape, para que esa sensación de vértigo misterioso que anuncia un vacío de muerte, y te colorea las mejillas, hasta que podés palpar el ardor, y el alboroto se te extiende desde la lengua hasta las puntas de los pies, con esa consciencia de lo efímero, con esa certeza de que vendrá el viento y se lo llevará todo y aún así sujetarte de las paredes, y sostener la envestida, y luego nada, silencio, estás elevándote, y viendo desde ahí todo lo que va venir, el desconcierto que casi se puede tocar, la intuición de que vas caminar sobre la cornisa, esa que es tan finita como la vida, mientras te decís, esta vez no, esta vez tengo paracaídas, se que puedo planear y caer sin lastimarme, que este instante diminuto vale el riesgo, que ya habrá tiempo de pensar cuando pase, cuando caiga, que el viaje habrá valido la pena.

Pero para los instantes mágicos, hacen falta dos, son íntimos e irrevocables, y ya se sabe, que el viento no siempre sopla hacia el mismo lado, y que a veces puede ser tan fuerte y despiadado, que no importa cuánto hayamos ensayado.

Cuando hay que saltar estamos solos, apretando los dientes y ese instante tan soñado, y nos giramos, por las dudas, por si ese alguien está ahí, atento, esperando. Pero no, se fue, se quedo en tierra firme, el instante tan intenso lo ha superado, quizás tanta altura lo ha mareado y ha sabido protegerse soltándonos la mano.


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