martes, 16 de marzo de 2021

LA PIEL QUE HABITO

 

Las heridas cierran, temprano o tarde, es cuestión de piel.

Las más duras sanan antes y se cosen con hilos invisibles

de acero y queda solo una marca, un tatuaje con relieve,

que se oculta inmunizado, sin estar del todo a salvo del

próximo daño. En las pieles débiles cierran más lentamente

más tarde que temprano, sangran de cuando en vez, los años

bisiestos y los otros también. En las pieles jóvenes y tersas,

casi desaparecen, más temprano que tarde y se rearma de

capas nuevas y hasta un miércoles cualquiera de una primavera

soleada, desaparecen para siempre.

Las heridas que se producen al mismo tiempo, en pieles habitadas

de distintos cuerpos, esas son más complejas, porque tienen que

darse las condiciones epidérmicas, de dureza, debilidad o juventud

mutua, una compatibilidad tan rara, como esas enfermedades,

para las cuales la ciencia no ha podido dar con la cura.

El tema es que pasa con las pieles desobedientes, esas que

no aceptan clasificación y se lastiman al mismo tiempo y se revelan

y se quedan ahí, con las costuras asimétricas, esperando un hilo mágico

que las remiende, que junte las aristas, hasta convertirlas en un nuevo

retazo de piel, donde las ribetes visibles y con relieve, puedan tocarse

y admirar la belleza de lo imperfecto, de esa rebelión de células que

nunca atendieron razones y se expusieron libres, dando batalla a la

depredación de agujas filosas que solo maquillan el exterior y lo

disfrazan todo de olvido.

Las pieles que se rompieron juntas, no tienen sastres ni modistas,

tampoco podrán con ellas los cirujanos.

Esas pieles morirán heridas por el mimo filo que las ha cortado.

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