sábado, 27 de marzo de 2021

POLVO DE MARIPOSAS

 

Cuando Lucia se dio cuenta que había reencarnado en una pequeña

e indefensa crisálida, encapsulada en forma de larva, tan solo esperando

que llegue la ansiada metamorfosis, ya casi experta, sin saber siquiera como

se había enterado de tanto, deambulando sin rumbo, sin saber si

finalmente sería una mosca, una polilla o una abeja. Que locura!!, hasta

hace nada, estaba preocupada por llegar a fin de mes, o por esos zapatos

que tanto quería, por la lluvia intermitente y el pelo que se le erizaba,

y ahora apenas podía moverse dentro de una cápsula, especie de útero

materno, que la contenía. ¿ Como podía ser? Lo ultimo que recordaba

era un ruido sordo de vidrios y golpes, cayendo despacio en un abismo

y después nada, unas luces lejanas como de luciérnagas y un silencio

de bosque nocturno, que porque sí,  no le resultaba extraño.

Alguien le susurro, eres una crisálida, y ella no entendió, otro le gritó

despacio, si te atreves puedes ser mariposa, no todas lo logran, no es

distinto a tu forma humana, sigues siendo fémina, y las crisálidas somos

la metáfora de esa realidad, porque siempre estamos en fase de transición

hacia la metamorfosis , siempre luchando y trabajando mucho, para poder

conseguir y alcanzar la tan ansiada igualdad, entre machos y hembras.

Que destino cruel pensó Lucía. No hay forma de conseguir la libertad,

sin esta pelea constante por sobrevivir, por salir ilesa, yo no quiero ser

mosca, quiero ser mariposa, la más bella de todas, la que se pose sobre

la flor mas hermosa, la que recorra la aurora boreal y los atardeceres

del fin del mundo, la mariposa que nadie puede conseguir, que no tiene

dueño ni lugar. Lucía quería, Lucía luchaba en una cápsula y así de

repente le crecían alas y un cuerpo de tres partes, se volvía adulta, se

volvía sabia, la capsula se abría y Lucía emergía majestuosa, rompiendo

su cárcel, abriendo el capullo para salir naciendo, hinchada de orgullo.

Quizás algún niño, se hiciera con ella, quizás terminase en alguna botella,

atrapada por alguien que de tanto amarla, la prefiera pétrea, antes que 

perderla.

No sé, pensó Lucía, si seré capaz, pero si sé que esta vez no perderé mi

oportunidad  de volar, por corta que sea mi vida, si vuelo, seré eterna.



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