lunes, 6 de diciembre de 2021

Todo es lo que parece.

Una mañana soleada de febrero del año 2022, Eugene Ionesco, despertó de lo que el creía un mal sueño, o un sueño dentro de otro, hasta donde él sabía o recordaba había muerto o eso había escuchado, pero ahora estaba ahí, en una cúpula inmensa y acristalada de la Avenida de Mayo, que le recordaba a algunas boarddillas de los suburbios de París. Al parecer habián hecho con él una especie de experimento revolucionario para la época, pero que por alguna razón de presupuesto del gobierno de turno, algo falló. Decidió poner órden a su caos, y salió a investigar un poco, donde estaba y porque estaba. Lo primero que vio, fue que los dos ascendores no funcionaban, y que permanecián así, quietos, con las puertas impudicamente abiertas, como dos gerontes desorientados, que lo remitieron inmediatamente a los dos ancianos creados por su mente, que aisladoss y encerrados en una torre, intentaban justificar el fracaso de su existencia, decidiendo crear su propio mundo inconexo de disfraces invisibles, para ejecutar una oratoria ante un público inexistente, ocupando ciento de sillas vacías e imaginrias. Quizas a estos ascensores les pasaría lo que a ellos, si alguien los pusiese en marcha repentina y los librase de su inercia. Siguio entonces escaleras abajo, que remedio, energico y activo y ya en la calle al mezclarse con la multitud, volvió a sentir la misma extraña sensación de estar dentro de su propia mente, todo era ironicamente absurdo, la gente hablaba sola, y se contestaba imitando conversaciones y la puesta en escena carecía en toda regla de atracción visual para concentrar los sentidos, En pocos pasos llegó a una gran plaza, cercada por vallas y grandes carteles pintados en forma grotesca, había un orador acaparando la atención de unos jóvenes avídos y motivados, que al principio debán vitores y palmadas, pero que poco a poco , como en la lección, otra de sus obras transgresoras y absurdas, empezaban a levantar la mano, mientras cuestionaban ciertos dichos, y entonces el orador cada vez más agresivo y envalentonado, acallaba y descalificaba a unos y otros, cada vez con más enfasís. Eugene cerró los ojos, no quería ver como sería el final, lo intuía , los débiles perderían su voz, y acabarían siendo despedazados y enterrados, y el orador disfrazado de emperador ya coronado, obstentaría ante un auditorio vacio, el triunfo de sus verticalistas ideas, mientras otro incauto transeunte, se disponía a ocupar una silla en primera fila, para inmortalizar al lider en un selfie y aprovechaba el sitio cómodo, para repasar la lineas de una obra descabellada que debía memorizar, para representarla en unos días, donde todo le resultaba incomprensible y no lograba conectar con unos dialogos traídos de los pelos, pretenciosos y retorcidos, que no tenian para él sentido alguno, por que? se preguntaba, complicar tanto las cosas. Eugene se sentó junto a él y amablemente le preguntó, si quería que le eche una mano con ese texto. El jovén lo miró extrañado, pero no le contestó, tenía puestos unos enormes cascos, se levantó y se fue, huyendo del anciano incordioso. Mientras tanto el orador, seguia gritando cada vez más fuerte, a la espera de la su próxima victima,

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