sábado, 21 de noviembre de 2020

FUEGO CONTRA FUEGO

 

No en todos los fuegos quedan cenizas.

Apagadas son  algunos a pisotones, cuando todavía

están ardiendo .

No todos los fuegos se expanden y queman

los bosques devastándolos. 

Algunos se consumen a sí mismos, para no

propagar el incendio.

Si quedan cenizas, ya no será el mismo fuego,

que se consumió, hasta deshacerse lento y

parsimonioso, transformándose, en algo

que nunca llegó a ser.

Las cenizas son rastros lastimeros y mezquinos

barridos por el viento.

Son un triste espectáculo de partículas tacañas

de aquella danza viva de chispas ardientes.

Cuando el fuego quema, cuando marca, cuando

deja huellas, nunca veremos cenizas, aunque

estén, y no será siquiera posible obviarlas.

Las llamas que han abrazado, cambiando

estructuras, demoliendo bases sólidas, penetrando

en cada diminuto recoveco, despiadadas,

ansiosas, por devorar, por poseer, esas nunca

serán cenizas, esas no se extinguirán nunca con agua,

ni con mantas, ni con palos.

Porque donde hubo fuego danzante, entre dos almas

desesperadas, nunca quedarán cenizas.

Siempre será, el mismo fuego, que una minúscula

partícula de aire, convertirá en fuego sagrado y

eterno. Pero nunca, nunca en cenizas.

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