jueves, 5 de noviembre de 2020

ENTRETIEMPO PERDIDO

 

Darse cuenta que cuando no hacemos lo que amamos

hacer, nos permite hacer todo aquello que parece lógico

e imprescindible, nos deja, si podemos verlo, en una

encrucijada mental, que desborda y paraliza.

Encontrarse en un impase de vida, en una tregua donde

el mundo desaparece y solo existe hacer con los cinco

sentidos, aquello que siempre nos enseñaron que es

tiempo perdido.

Hacer lo que hacemos como máquinas absurdas de

picar sueños, aturdirnos y lacerarnos con los espasmos

de la malsana obligación de cumplir inexorablemente

con mandatos que nos fueron legados, y que repetimos

en un bucle desesperado y tardío.

Reprimir nuestros deseos, encerrarlos en cajas blindadas

y tirar las llaves en pos de darle sentido a una vida

ridícula y vacía, convenciéndonos que no depende de

nosotros, es algo así, como masticar trocitos de cianuro

cada mañana con el desayuno.

Darse cuenta que cuando hacemos lo que amamos y de

paso amamos lo que hacemos, toda forma cíclica  carece

de valor, que el costo del tiempo activo,

pero envenenado de desidia, solo nos convierte en vivos

muertos, es tan magnifico como nefasto y doloroso.

Cuando una tregua se instala en nuestra minúscula e

invisible existencia, y nos sopapea arrogante, ocupando

cada minuto de ese tiempo amado, haciendo lo que

amamos, caemos en la asombrosa certeza de nuestros

reiterados, hasta el hartazgo, momentos perdidos,

y la desolación nos toma desprevenidos, porque entonces

culposos de treguas, entregadas como ofrendas para

sentirnos vivos, nos golpean la puerta con reclamos

relamidos y es tan grande el vacío, de no amar lo que

hacemos, y no hacer lo que amamos, que mancos y

ciegos, hacemos todo eso para lo que fuimos paridos.

Dejamos de sangrar y hacemos lo que es debido.


1 comentario:

la que modera los comentarios es rubia, sabrán entender, ustedes tranquilos, comenten sin miedo, eso de la moderación es puro cuento, porque además de rubia es ARGENTINA.